Tras ocho semanas de pura intensidad, la temporada 3 de The Mandalorian ha llegado a su fin. Cuando comenzó, muchos nos preguntábamos qué ocurriría con el futuro de Din Djarin y Grogu, qué pasaría con Mandalore, cómo regresaría el Moff Gideon… y todas estas cuestiones han llegado a su conclusión tras el 3×08, el episodio final de la temporada que ha sido un paso adelante en todos los aspectos.
Echando la vista atrás, podemos dar algo de razón a los críticos y concluir que estamos ante la temporada con más altibajos de todas las que llevamos de la serie de Disney Plus. Ha habido algunos episodios bastante menos memorables que otros, y la conclusión también se ha visto algo precipitada.
Si tenemos en cuenta todo lo que ha ocurrido en esta temporada, está claro que las cosas han ido algo rápidas. Antes de que diera comienza, ni siquiera se sabía si Mandalore era un lugar habitable, y todo ha terminado con la reconquista del planeta natal de los mandalorianos.
Aun así, el episodio final ha servido para calmar a los fans y regalar al público una nueva historia. Si bien el capítulo de Rick Famuyiwa no ha sido realmente impresionante, sí ha contado con varios momentos memorables que pasarán a la historia de la serie. Y, en cuanto a significado, su parte final es todo lo que los seguidores de The Mandalorian estaban desde el primer capítulo.
“Los mandalorianos son más fuertes juntos”
El 3×08 de The Mandalorian da comienzo con el cliffhanger del episodio anterior. Din Djarin es secuestrado por Moff Gideon y llevado por dos stormtrooper del imperial. Sin embargo, Mando no va a dejar que dos simples soldados imperiales puedan con él, así que pronto se revuelve y les hace frente.
El personaje interpretado por Pedro Pascal lo tiene crudo en su enfrentamiento, pero en ese momento aparece Grogu, subido sobre su IG-12, y consigue ayudar a Mando a acabar con ellos. Con el trabajo hecho y sin hueco para una posible muerte temprana de Din Djarin, los dos protagonistas de la serie de Disney Plus comienzan a abrirse paso por la base.
Gracias a R5, el droide sobre el que debe confiar Mando, se lleva a cabo una escena de acción muy particular en la que el mandaloriano se enfrenta a un pasillo repleto de soldados. Cada parte del pasillo cuenta con un escudo que va desactivando R5, así que los stormtroopers solo pueden observar mientras la muerte está a punto de llegarles.
Pero todavía queda otra amenaza por vencer: la Guardia Pretoriana de Élite que protege al Moff Gideon. De este modo, tras hacerse paso acabando con los clones de Gideon por el camino, Grogu y Mando se enfrentan a sendos enemigos: Din Djarin hace frente al Moff Gideon mientras a Grogu no le queda otra que combatir contra la Guardia Pretoriana.
Mientras tanto, una Bo-Katan Kryze venida a más combate junto al ejército de Mandalore contra los imperiales, venciéndolos en batallas de lo más encarnizadas en las que destaca el buen hacer de Famuyiwa. Y, mientras la nave de los mandalorianos cae para acabar con la base imperial, Bo-Katan da el relevo a Mando contra el Moff Gideon para que él pueda salvar a Grogu.
De este modo, la batalla final se define en dos partes: Bo-Katan contra el Moff Gideon y Grogu y Din Djarin contra la Guardia Pretoriana. Mientras los protagonistas se encargan de los soldados rojos, vemos cómo el imperial acaba con el sable oscuro, en un momento más metafórico que práctico. Y finalmente la nave cae contra la base… arrasando contra todo lo que está en ella: incluyendo los tres personajes principales de la serie.
Pero, como era de esperar, en ese momento Grogu hace de las suyas. Mientras las llamas envuelven al Moff Gideon, acabando —supuestamente— con él, Grogu usa la Fuerza para librar a Bo-Katan y Din Djarin del fuego, haciendo una especie de escudo de aire. Un momento épico que da a entender la importancia que el pequeñajo tiene en la serie.
Un futuro prometedor
El capítulo, por tanto, llega adonde tiene que llegar, sin grandes giros pero sí con momentos muy épicos. Finalmente, el Moff Gideon cae y los mandalorianos recuperan su planeta natal, donde pueden asentarse de una vez por todas. Pero Filoni y Favreau todavía nos tienen reservadas algunas sorpresas.
Una vez asentados, la Armera se dedica a bautizar a los nuevos Hijos de la Guardia, y Din Djarin pide que Grogu sea su aprendiz como guerrero mandaloriano. Sin embargo, la Armera le dice lo evidente: es demasiado pequeño para pronunciar el Credo y no tiene a un padre que pueda hacerlo por él.
En ese momento, Mando hace lo que muchos esperábamos hace tiempo: adoptar oficialmente a Grogu. Así, ambos deben partir del planeta que tanto les ha costado conseguir, ya que Din Djarin tiene que llevarlo de viaje por toda la Galaxia para que aprenda a ser un guerrero y ser útil, por tanto, para el nuevo Mandalore.
La temporada concluye cerrando algunas tramas perdidas, pero finalmente vemos una imagen preciosa que nos da a entender qué veremos en la temporada 4: Mando, en su nueva cabaña a las afueras de Nevarro, observa cómo Grogu practica su fuerza con una rana alienígena.
Por más que hayamos pasado por una temporada épica y coral, volvemos a tener lo que siempre hemos valorado de la serie de Star Wars: una historia de aventuras entre un guerrero callado y el bebé más mono de toda la galaxia. Sí, puede que la temporada 3 haya sido más de transición que otra cosa, pero nos ha dejado claro que el futuro que está por venir es alentador.
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