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La centenaria historia de los Tazos, el redondel de plástico que volvió locos a los millennials

Si has pensado "El juegazo" lamento informarte de que ya tienes muchos años

La centenaria historia de los Tazos, el redondel de plástico que volvió locos a los millennials
Randy Meeks

Randy Meeks

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En los años 90 si no tenías tazos no eras nadie. Es así. Por 25 pesetas podías tener una bolsa repleta de patatas y lo más ansiado: un redondel de plástico con dibujos por los dos lados que valía diferentes puntos y que te servía para ganar combates en el patio del colegio, ampliar la colección y ser el rey con un Portatazos lleno hasta los topes. Sin embargo, la historia de los tazos empieza setenta años antes y recorre medio mundo: eso sí, solo en un país tuvimos los Chiquitazos, fistro.

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Esto es la leche

Maui, Hawai, 1927. Las botellas de leche tienen algo muy especial aparte del propio alimento que los fabricantes introdujeron como mera necesidad: un circulito de cartón que sirve a modo de tapón para proteger la botella, cada uno con una marca diferente. Los niños, sesenta años antes de la NES y doce de la televisión, tenían que divertirse de alguna manera: coleccionaban estos circulitos, los ponían como en una torre y jugaban a derribarlos. Te llevabas los que tirabas, y era el turno del siguiente. Un juego de azar en el que podías entrar con cuarenta y salir con ochenta… o sin nada. Toma ya, Las Vegas.

Pero el nuevo sistema de embotellado los convirtió en cosa del pasado, y en los años 40 se perdieron para no volver… hasta 1971. Fue entonces cuando Haleakala, una marca de leche de Maui, lanzó una nueva bebida de frutas llamada Pog (Passion Orange Guava) y, para promocionarla, regalaba pequeños círculos de cartón como los de antaño con su logotipo impreso. Se convirtieron en tal éxito que adoptaron el nombre de la bebida en sí misma: los pogs. Por cierto, la bebida en cuestión sigue a la venta ahora mismo, pero ya sin premio.

Veinte años después (ni el Doctor Who viaja tanto en el tiempo), en el Hawai de 1991, una profesora de Oahu enseñó a los niños a jugar a los pogs como una manera de aprender matemáticas y esperando que los niños dejaran de tirarse balonazos y pasaran a una alternativa no violenta. No sabía que acababa de desencadenar un tifón que alcanzaría a Europa y América del Sur en un tiempo récord. Para hacernos una idea: antes de exportarse fuera de Hawai, se calculaba que la media de pogs que podía tener un niño de allí ascendía a 1700.

Del pog al tazo

En 1993, Pogs dejó de ser la única en venderlos: rápidamente se convirtió en un exitazo alrededor del mundo. Cualquier empresa que pienses (como McDonald’s o Marvel) los introdujo en Estados Unidos, causando una auténtica fiebre que se llamó de maneras diferentes alrededor del mundo, como Flippos y, por supuesto… Tazos.

Contra lo que se pueda pensar, Tazo no era una palabra puesta al azar. Muy al contrario: lo pusieron en México como apócope de “taconazo”, un juego en el que los niños abrían las botellas con los pies tratando de enviar la tapa lo más lejos posible. Y mientras en Estados Unidos empezaban a prohibir jugar en los patios de los colegios por considerarlo una forma de apostar, en la España de 1994 los niños abrimos las bolsas de patatas para encontrarnos dentro redondeles de plástico de los Looney Tunes y, después, los Tiny Toons y Tazmania: entre los tres sumaban 254 tazos, que se anunciaban como “el juego que arrasa en el mundo, recién llegados de América”. Hazte con todos. Era solo el inicio.

Le vimos el tirón enseguida. Tanto, que incluso juntamos dos obsesiones para sacar los Fistros, un producto único basado en Chiquito de la Calzada que tenía chistes por la parte de atrás, Bocabits cortados por la mitad dentro y un Chiquitazo en su interior (de un total de 10, entre los que se encontraban “Meretérita”, “Fistro”, “¿Te das cuen?” o “¿Cómor?”). Pura historia.

El año del tazo

1994 fue el año del tazo. Eran fáciles de producir y muy rentables: El diario As regalaba unos del Real Madrid, los chicles Dunkin de ‘Mortal Kombat 3’, Panini unió los tazos a las colecciones de cromos de ‘El rey león’ y las golosinas Vidal le daba al ‘Street Fighter II’. Pero nada podía compararse con los clásicos de Matutano, que entre ‘Dragon Ball Z’, ‘Barbie’ y ‘Pokémon’ enseguida vieron que era el momento de evolucionar antes de quedarse atrás.

Entre 1994 y 1997 los tazos mutaron: tuvimos los Supertazos, que daban más puntos; los Megatazos, que eran más gruesos; los Mastertazos, que directamente eran un tocho de plástico que podía con todo; los Macrotazos, que venían en las bolsas grandes y eran el cuádruple de grandes que cualquier tazo, ya con Chester Cheetos como protagonista, los Sticker Tazos, que tenían una pegatina incorporada, los Magic Tazos, que al moverlos iban variando la imagen, los Tazos Voladores, con hendiduras para unirlo a otro y lanzarlo por los aires y versión 3D, o incluso algunos con forma hexagonal, que, se supone, se podían dirigir mejor. Y ahora vienen con los NFT creyendo que han inventado algo.

Poco a poco se fueron disipando, aunque siempre aparece alguna empresa que quiere hacerlos renacer con todo tipo de colecciones estrafalarias. Pero los tiempos han cambiado: los niños ya no consumen tantas bolsas de patatas, tenemos videoconsolas de última generación e Internet. Los tazos forman parte del pasado… ¿O no? Al final todo vuelve, y recientemente se anunció que en algunos países de Latinoamérica Bad Bunny lanzaría los “Bad Tazos” en las bolsas de Sabritas (o sea, Matutano). ¿Y si nunca es tarde para volver a vivir este momen-tazo?

Randy Meeks

Randy Meeks

Redactor especializado en cultura pop que te escribe en webs, revistas, libros, redes sociales, guiones, cuadernos y servilletas si no hay más sitios donde dar la chapa

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