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La imposible historia del frisbee que acabó con uno de sus creadores incinerado… y convertido en disco volador

Volando, volando, triunfé patinando

La imposible historia del frisbee que acabó con uno de sus creadores incinerado… y convertido en disco volador
Randy Meeks

Randy Meeks

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Todo empezó con una pareja de 19 años jugando a lanzarse una tapa en las playas de Los Angeles y acabó siendo un fenómeno mundial. Era 1939 y Walter Frederick Morrison se acababa de casar con Lucille Eleanor Nay: eran la prototípica pareja joven americana que reía, jugaba y disfrutaba de inventarse juegos como el de tirarse el molde de una tarta, cogerlo y volver a tirarlo. Cuando un señor les ofreció 25 centavos para poder jugar él, vieron que había algo. “Algo” traducido como “Dinerito“, claro.

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De platillos volantes a frisbees

De hecho, la pareja empezó un negocio llamado “Moldes de tarta voladores” con la idea de que si costaban cinco centavos en la tienda y podían revenderlo por cinco veces más, solo tendrían beneficios. Y no les fue mal hasta que estalló la II Guerra Mundial: Walter se montó en un avión, acabó siendo preso durante 48 días y, al volver a casa, continuó con el negocio. Bueno, más o menos.

En la guerra, Walter había aprendido algo sobre la aerodinámica, lo suficiente como para no seguir con moldes de tarta: fabricó un prototipo llamado Whirlo-Way, que después se llamaría Platillo Volante (Flying Saucer). Fue un fracaso absoluto, pero eso no hizo que abandonara la idea del disco volador. De ideas fijas, el hombre. En 1955, junto a su pareja, fabricaron el Pluto Platter, que vendieron vestidos con trajes de astronauta y destacando su vertiente espacial. Era lo que tocaba a mediados de los 50, al fin y al cabo: cohetes, naves y astronautas.

Pero, por lo que sea, tú en verano no juegas a Pluto Platter, juegas a un frisbee, ¿no? Pues se lo debes a los universitarios de Yale, que, a falta de frisbees, se estaban tirando -ojo al dato- moldes de tarta de la marca Frisbie Pie (que, por cierto, a duras penas pero sigue aún en pie desde 1871). Veinte años después de que una pareja de jóvenes enamorados se tiraran moldes de tarta en una playa de Los Angeles, esos mismos moldes hicieron nacer el frisbee. Se convirtió en tal éxito que incluso hubo canciones, musicales y ligas profesionales dedicadas al mismo.

Ed Headrick fue la persona encargada de montar todo lo relacionado con el deporte del frisbee, que disparó las ventas hasta ahora. Para tanto fue la cosa, que cuando Headrick murió, fue incinerado y convertido en unos cuantos frisbees conmemorativos que le dieron a familia y allegados. El típico que en verano no te apetece tirar para que lo coja tu perro, por si acaso.

Al final, Walter y Lu se separaron dos veces y se casaron otras dos, tuvieron dos hijos e inventaron más cosas pero sin tanto éxito. Si es que las mejores invenciones siempre nacen del amor. ¡Aunque sea un disco de plástico que vuela!

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Randy Meeks

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Redactor especializado en cultura pop que te escribe en webs, revistas, libros, redes sociales, guiones, cuadernos y servilletas si no hay más sitios donde dar la chapa

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