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Mis primeros minutos en The Forest, el juego que enseña a sobrevivir

Mis primeros minutos en The Forest, el juego que enseña a sobrevivir
Fabrizio Ferri-Benedetti

Fabrizio Ferri-Benedetti

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Miedo, soledad, coraje: The Forest me ha hecho sentir todo eso en tan solo media hora. Y me ha enganchado. Deja que te muestre por qué es tan especial.

The Forest es un juego de supervivencia y terror distribuido a través de Steam. Parece un cruce de Minecraft con un juego de acción. Pocos lo conocen, pero va camino de convertirse en un éxito.

En el juego debes sobrevivir en un entorno salvaje, construir herramientas y refugios, cazar, recolectar y defenderte. Su entorno se genera al azar: ninguna partida es como la anterior.

En lugar de escribir la típica reseña, he optado por narrar mi primera media hora de juego. ¡Sígueme! Quiero que tú también experimentes The Forest.

Aterrizaje… y huida

Han pasado horas desde que el avión se partiese en dos y se estrellase. ¿Cuántas? No lo sé. No veo cuerpos. Quizá haya supervivientes. Pero ¿dónde están?

Tras agarrar un hacha de emergencia, decido salir al exterior. Es de día. Un bosque tranquilo me da la bienvenida. El suelo está repleto de maletas y pedazos de avión.

Veo un lago a lo lejos. Me dirijo hacia la orilla lleno de esperanza. Quizá los demás supervivientes estén ahí. Y si hay agua, podré lavar mis heridas y saciar mi sed.

A lo lejos diviso un par de cabañas. Veo figuras, pero algo no cuadra. Gesticulan mucho y de manera violenta. Creo que no me han visto. Me tumbo tras un matorral.

Un tótem plantado en el suelo me lleva a desconfiar. Algo me dice que no debo acercarme a los indígenas. Quizá más tarde, cuando haya recuperado las fuerzas… y fabricado armas.

Me doy la vuelta y empiezo a correr hacia el bosque. Hay una colina desde la que podría hacer señales. El esfuerzo de subir me agota, pero quiero alejarme de los nativos.

La construcción del refugio

La vista desde la colina es preciosa. Desde aquí puedo vigilar la playa y las chozas. Me verán, pero yo también a ellos. Y tengo la ventaja de la altura. Si intentan trepar, les lanzaré rocas.

Toca trabajar. ¡Menos mal que tengo un manual de supervivencia! Aprendo cómo construir un refugio y encender una hoguera. Solo necesito tiempo y materiales.

Con las pocas fuerzas que me quedan recolecto los palos y piedras necesarios. Lo más difícil de obtener son los troncos gruesos. Elijo un árbol y lo echo abajo con mi hacha. Agotador.

Ya está, ahora tengo unos cuantos troncos de gran tamaño. Con ellos podré construir el tejado del refugio de emergencia. Todavía hay mucha luz, puedo hacerlo. Debo hacerlo.

Mientras voy a por más piedras, me encuentro dos de los maletines que cayeron del avión. No sé la combinación, pero no importa. Un par de golpes y obtengo una linterna.

Una cena improvisada

Atardece, pero mi refugio ya está listo. También he encendido una hoguera. El calor del fuego me reconforta. Ahora sé que tengo opciones. Quizá viva para ver otro día.

Justo cuando empiezo a sentirme tranquilo, empieza a llover. Mi fuego se apaga. Espero a que el chubasco termine para volver a encenderlo con mi mechero.

Aprovecho para cocinar el lagarto que maté en la orilla del río. Poca cosa, pero cuando lo tiro sobre la fogata mi estómago se pone a rugir. Sabe a pollo, pero sigo sin estar saciado.

El manual explica que hay un tipo de bayas de las que puedo alimentarme, pero que hay otras que debo evitar a toda costa. Añado a mi dieta algunas de las blancas.

Noche de soledad y reflexión

Aprovecho las últimas horas de luz para dar una vuelta por la colina. Al otro lado del bosque se ve el océano. Ni rastro de los supervivientes. Nada que indique civilización.

Al fin es de noche. Mi hoguera es la única luz artificial en kilómetros a la redonda. La oscuridad rebosa de pequeños ruidos; ninguno es humano. Debería dormir, pero tengo miedo.

Me giro y un arcoiris me saluda por encima del bosque. A estas latitudes es normal verlos tan tarde. Por un momento consigue hacerme olvidar lo trágico de mi situación. Suspiro.

La naturaleza es hermosa y cruel. Pero algo en mi mente me dice que son los humanos los que me causarán más quebraderos de cabeza. Mañana cazaré, comeré y luego caminaré hasta las chozas de la playa para enfrentarme a ellos.

La supervivencia es una actitud

Casi todos los manuales de supervivencia empiezan diciendo que lo más importante para sobrevivir no son las herramientas ni el entrenamiento, sino tener una actitud positiva. The Forest es el primer juego que pone a prueba nuestra actitud ante el peligro, un simulador en el que hay que mantener la cabeza fría y el corazón caliente.

¿Cómo ha sido tu primer día en The Forest?

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