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25 años de Gladiator: por qué fue tan importante en su momento… y por qué la secuela no ha gustado a nadie

Un aniversario truncado por una secuela inoportuna

25 años de Gladiator: por qué fue tan importante en su momento… y por qué la secuela no ha gustado a nadie
Juan Carlos Saloz

Juan Carlos Saloz

  • 5 de mayo de 2025
  • Actualizado: 5 de mayo de 2025, 8:02
25 años de Gladiator: por qué fue tan importante en su momento… y por qué la secuela no ha gustado a nadie

El 5 de mayo del año 2000, una guerra romana sacudió los cines de todo el mundo. En un momento en el que El Señor de los Anillos todavía era un hito por lograr y en el que se había dejado de lado el gran blockbuster por películas de otros géneros como el thriller, Ridley Scott volvió a demostrar que Alien y Blade Runner no eran una casualidad.

Con Gladiator, Scott se sacó de la manga una historia clásica con envoltorio moderno, una producción grandiosa que parecía salida del Hollywood dorado pero que hablaba con fuerza al público del nuevo milenio. No solo fue un exitazo de taquilla que dio la bienvenida por la puerta grande al nuevo siglo. También fue un puñetazo sobre la mesa que nos recordó que el cine épico, si se hacía con corazón y con garra, todavía podía conmovernos.

Gladiator marcó una época con la que ha acabado Gladiator II

Con un éxito en los Oscars casi inigualable hasta entonces, y con un diseño de producción que marcó a grandes éxitos posteriores como 300, Troya o Alejandro Magno, Gladiator se convirtió en un clásico instantáneo. Russel Crowe se convirtió en una figura casi mitológica. Y es que no solo era Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las legiones Fénix y leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio. Era también el nuevo héroe de una generación que venía de los 90 buscando algo más que efectos especiales y frases de marketing.

Mientras el cine digital llegaba con fuerza y dejaba claro que todo lo que íbamos a ver a partir de ese momento era mucho más similar a Matrix que a Centauros del desierto, Scott dijo “por ahí no paso”. Y, bueno, nos deleitó con una cinta que aún hoy día sigue siendo imperdible cada vez que la echan de nuevo en la tele.

Han pasado veinticinco años desde entonces. Un cuarto de siglo en el que el cine ha cambiado tanto como nosotros. Ahora los mitos griegos ya no están tan de moda como lo están los superhéroes (y, de hecho, también están pasando a quedar un poco al margen). Pero, por desgracia, no podemos celebrar con orgullo el 25º aniversario de Gladiator. ¿Que por qué? Porque existe una cosa llamada “Gladiator 2”.

Estrenada el 15 de noviembre de 2024, Gladiator 2 buscaba ser una secuela tardía a la altura de las circunstancias. Quería coger la historia original y seguirla a través de Lucio Vero, hijo de Máximo, que quedó pendiente en el filme original como un héroe futurible a ser explorado. Parecía tenerlo todo para petarlo: desde un presupuesto hinchadísimo hasta las estrellas más interesantes del momento, desde Paul Mescal hasta Pedro Pascal pasando por Joseph Quinn y, por supuesto, Denzel Washington.

Sin embargo, Ridley Scott lleva años demostrando que ya no es el mismo. Normal, a sus 87 años, ni siquiera tiene sentido que pueda seguir dirigiendo películas épicas como esta. Pero hay que saber cuándo echarse a un lado o, simplemente, dejar las cosas como están. Y después del fracaso de Napoleón, quizás no era el momento adecuado para agarrar la película más importante de tu carrera y llevar a cabo una secuela que nadie pidió.

En fin, no es que Gladiator 2 sea un desastre absoluto. Tiene factura, actores que no están del todo mal (aunque, sinceramente, Paul Mescal no pega ni con cola en ese papel) y escenas al nivel. O sea, tiene incluso una batalla naval sacada de la manga dentro del Coliseo. En general, debería haber podido estar mínimamente a la altura.

Pero el cine no son tiburones y rinocerontes (a no ser que hablemos de un documental). Es emoción, y eso es justo lo que le pasa a Gladiator 2. Aquí la emoción es impostada, con un guión sin demasiado sentido, forzado al máximo para llegar a las escenas épicas. Las frases buscan desesperadamente ser épicas, pero solo consiguen sonar a copia. Y eso espectador de hoy día lo nota.

Lo más curioso es que Gladiator 2 no cae por exceso de ambición, sino por miedo. Por miedo a romper con el legado de la original. Por miedo a construir algo nuevo sin los andamios del recuerdo. En lugar de presentarnos un nuevo conflicto que nos sacuda, se obsesiona con repetir la fórmula: protagonista traicionado, lucha de poder, circo romano, redención. Pero sin un Máximo, sin esa mirada herida de Crowe que te rompía el alma, todo se queda en el envoltorio. Y ni siquiera la presencia de actores potentes como Denzel Washington consigue encender la chispa.

Desde hace unos años, nos hemos acostumbrados a que todas las grandes películas deben tener un remake, una secuela tardía o un spin-off. Y mira, no. A veces no hay que mirarse tanto el ombligo de lo que fue y probar con cosas nuevas. Porque Ridley Scott tiene potencial para hacerlo, y en ocasiones le sale tan bien como con El último duelo.

Pero ya es tarde. Ahora celebramos los 25 años de Gladiator a media asta. Porque el propio director de la original la ha traicionado. Por supuesto, siempre quedará Máximo Meridio en nuestra memoria… pero ahora su recuerdo es algo más borroso. Gladiator fue tan redonda que nunca necesitó una secuela. Era un final cerrado, perfecto, incluso poético. Reabrir esa tumba solo ha servido para recordar por qué la dejamos intacta durante 25 años. Porque en el fondo, sabíamos que nadie podría ocupar el lugar de Máximo. Ni en el trono de Roma, ni en nuestra memoria. Ridley, gracias por intentarlo. Pero hay batallas que ya estaban ganadas antes de librarlas.

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