Podemos utilizar todos los nombres de apps que queramos, y loar las cualidades de Tidal o Apple Music, pero lo que el público de a pie va a seguir utilizando es Spotify. Al menos hasta que se ponga completamente de pago. Es sencillo de usar, tiene un catálogo infinito, es llamativo y, además, ofrece algo que todo el mundo ha copiado a posteriori, desde Filmin hasta Letterboxd: el Wrapped.
¡Avergüénzate!
Fue en 2016 cuando Spotify salió con la idea de hacer un resumen de tu año musical. Al principio era una curiosidad, pero hoy por hoy es, durante al menos un día, el motivo por el que seguimos respirando en Internet. Y creédme, en este mundo cada vez necesitamos más motivos para seguir metidos aquí. Durante un día, todo son recomendaciones, listas, podcasts y grupos por descubrir. Bueno, eso y celebrar de manera conjunta algo muy bonito: nuestro gusto cuestionable.
No podemos estar escuchando todo el día a Los Beatles, Elvis Presley, Beethoven y Bing Crosby. A veces, francamente, el cuerpo pide que le pongas a Los Gandules y a Zapato Veloz. Y en un año como este, “a veces” puede convertirse en “todos los días” hasta el punto de convertirse en la gran estrella de tu Wrapped. Ups.
Lo cierto es que el Wrapped ofrece algo que ya pocas cosas consiguen en un panorama online tan cargado y agobiante como el actual: FOMO. O sea, miedo de quedarte fuera y ser justo esa persona que no comparte su lista descubriéndose como enésimo fan de Taylor Swift. Cuando ni las películas Marvel consiguen crear anticipación (o éxito), Spotify, con un ratito de diseño, consigue dar una experiencia personalizada, fidelizando y picando el interés de todos aquellos que escuchan música en otras plataformas. Parafraseando a Bender, “¡Yo también quiero ser popular!”.
Y al final, ¿qué demuestra esta explosión de individualidad? Bueno, que en tiempos modernos, nadie es realmente diferente. Puede que tú escuches a The Eels y yo a un grupo finlandés de flamenco, pero realmente nuestras recomendaciones y nuestro top del año quedará oculto tras el maremágnum de individualidad hasta convertirse en un gusto colectivo. No importa lo que escuches porque no importa lo que escuchen los demás: solo quieres que tu opinión, aunque sea durante un minuto y en tu móvil, brille por sí misma.
