Es la noticia del fin de semana. Y no es para menos. Hablamos de la persona más influyente en el mundo tecnológico del último año, Sam Altman, y la herramienta de inteligencia artificial más famosa del planeta, ChatGPT. Nadie pensaría que el CEO de una empresa de éxito pudiera ser despedido de la noche a la mañana.
La repentina y misteriosa destitución de Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, por parte del consejo de administración de la empresa, conmocionó al mundo de la tecnología y desencadenó un frenético juego de adivinanzas sobre las causas de la caída de una de las mayores estrellas del sector, en un momento en el que todo parecía ir a su favor.
Y como dicen en el The New York Times, nadie sabe a ciencia cierta qué ha podido pasar. En una entrada de blog publicada el viernes, la empresa afirmaba que Altman “no fue siempre sincero en sus comunicaciones” con la junta directiva, pero no daba más detalles.
Falta de sinceridad y trabajo en la sombra
Una reunión de todos los empleados de OpenAI celebrada el viernes por la tarde no reveló mucho más. Ilya Sutskever, científico jefe de la empresa y miembro de su junta directiva, defendió la destitución, según fuentes internas.
Y la acusación va más allá, ya que Sutskever afirmó que era necesaria para proteger la misión de OpenAI de hacer que la inteligencia artificial sea beneficiosa para la humanidad.
El Sr. Altman no se pronunció sobre las circunstancias exactas de su marcha el viernes. Pero Greg Brockman (cofundador y presidente de OpenAI, que renunció el viernes en solidaridad con el despedido) emitió un comunicado diciendo que ambos estaban “conmocionados y entristecidos por lo que la junta hizo hoy.
Habrá mucha intriga palaciega en los próximos días, a medida que se conozca toda la historia. Pero algunas cosas ya están claras.
Lo que sí sabemos del despido
En primer lugar, la destitución solo fue posible debido a la inusual estructura de gobierno corporativo de OpenAI. OpenAI comenzó en 2015 como una organización sin ánimo de lucro y en 2019 creó una filial de beneficio limitado, un novedoso acuerdo en el que los rendimientos de los inversores se limitan a una cierta cantidad por encima de su inversión inicial.
Pero conservó la misión de la organización sin ánimo de lucro y otorgó al consejo de la organización sin ánimo de lucro el poder de gobernar las actividades de la entidad con ánimo de lucro limitado, incluido el despido del director ejecutivo.
A diferencia de otros fundadores tecnológicos, que mantienen el control de sus empresas mediante estructuras accionariales de doble clase, Altman no posee directamente ninguna acción de OpenAI.
El consejo de OpenAI tiene varias peculiaridades más. Es pequeño (seis miembros antes del viernes) e incluye a varios expertos en Inteligencia Artificial que no poseen acciones de la empresa.
Sus consejeros no tienen la responsabilidad de maximizar el valor para los accionistas, como la mayoría de los consejos de administración de las empresas, sino que tienen el deber fiduciario de crear una A.G.I. segura – inteligencia general artificial- “que sea ampliamente beneficiosa”.
Al menos dos de los miembros del consejo, Tasha McCauley y Helen Toner, están vinculados al movimiento Altruismo Eficaz, un grupo de inspiración utilitarista que ha impulsado la investigación sobre la seguridad de la Inteligencia Artificial y ha hecho saltar las alarmas de que un sistema de Inteligencia Artificial potente podría llevar algún día a la extinción humana.
Otro miembro del consejo, Adam D’Angelo, es el director ejecutivo de Quora, un sitio web de preguntas y respuestas.
Algunos de los amigos y aliados de Altman acusaron a estos miembros del consejo de dar un “golpe de estado” el viernes. Pero aún no está claro qué miembros del consejo votaron a favor de destituir a Altman ni cuáles fueron sus motivaciones.
Lo que también sabemos de la destitución de Altman es que tiene el potencial de agitar toda la industria tecnológica. Altman era uno de los ejecutivos mejor conectados de Silicon Valley, gracias a los años que pasó dirigiendo la aceleradora de start-ups Y Combinator. Sus contactos permitieron a OpenAI forjar fuertes lazos con otras empresas tecnológicas.
Microsoft, en particular, ha apostado por OpenAI, invirtiendo más de 10.000 millones de dólares en la empresa y proporcionando gran parte de la infraestructura técnica de la que dependen productos como ChatGPT.
El futuro de la IA es el futuro de la humanidad
Es casi seguro que la defenestración de Altman avivará la guerra cultural en la industria de la inteligencia artificial, entre los que creen que la inteligencia artificial debería avanzar más rápido y los que piensan que debería ralentizarse para evitar daños potencialmente catastróficos.
Esta discusión, a veces denominada “entre aceleracionistas” y “catastrofistas”, se ha recrudecido en los últimos meses, cuando los reguladores han empezado a cercar la industria de la inteligencia artificial y la tecnología se ha hecho más poderosa.
Algunos aceleradores destacados han culpado a los defensores de la seguridad de la industria de inflar los riesgos de la inteligencia artificial para atrincherarse.
Los defensores de la seguridad, por su parte, han hecho sonar las alarmas de que OpenAI y otras empresas están avanzando demasiado deprisa para construir potentes sistemas de inteligencia artificial e ignoran las voces de cautela.
Y algunos escépticos han acusado a estas empresas de robar obras protegidas por derechos de autor a artistas, escritores y otras personas para entrenar a sus modelos.
Sam Altman siempre se ha esforzado por situarse a medio camino entre el optimismo y la preocupación, dejando claro que creía que la inteligencia artificial acabaría siendo beneficiosa para la humanidad, aunque también estaba de acuerdo en que necesitaba guardarraíles y un diseño meditado para mantenerla a salvo.
Nada de esto está necesariamente relacionado con la razón por la que el Sr. Altman fue expulsado de su empresa. Pero sin duda es un indicio de una batalla que probablemente se avecina.
