No es que Internet sea, hoy en día, un sitio inofensivo y se mantenga libre de problemas. Todo lo contrario, más bien. Pero nos queda un consuelo: el de hace una década era todavía peor. Si estáis metidos en el mundo de los videojuegos probablemente recordéis el GamerGate, ese movimiento que, bajo una capa de “traer de nuevo la calidad al periodismo de videojuegos” escondía una campaña de acoso hacia las mujeres que todavía colea hasta nuestros días. Y en el centro de la diana, cómo no, un nombre conocido por todos los jugones: Anita Sarkeesian.
Adiós, Anita, adiós
Parece que no porque solo han pasado diez años, pero la vida y la sociedad era muy diferente en 2012 a como lo es ahora. La palabra “feminismo” aún suponía un problema para mucha gente, las discusiones sobre el rol de la mujer en la cultura popular solían ser objeto de chanzas y algunos nichos, como los videojuegos o el cine, aún tenían el síndrome de la “casita del árbol” para hombres.
En ese momento, una joven que a los 26 años había creado una ONG para luchar contra los roles de género llamada Anita Sarkeesian tuvo la idea de hacer diferentes ensayos audiovisuales sobre los tópicos relacionados con las mujeres en la cultura popular. Tras seis vídeos sobre la ciencia-ficción, le llegó el turno a los videojuegos con ‘Tropes vs. Women in Video Games’, para los que consiguió 160.000 dólares en Kickstarter de los 6.000 que pedía.
Pero claro, si consiguió esa cifra no fue tanto por la pasión que suscitaba el proyecto sino como respuesta a la oleada de odio que vino hacia ella por parte de un sector que entonces no se veía a sí mismo como radicalizado (es más: creían que eran los héroes del asunto), pero que llegó a amenazar con poner una bomba en San Francisco si ella subía a recibir un premio. Todo muy sano y muy natural. Desde luego, los verdaderos héroes de esta historia, no cabe duda.
Sarkeesian abrió un debate que tenía que abrirse sí o sí y cambió la industria de los videojuegos para bien, no solo en la ficción (donde, más allá de Lara Croft, empezamos a ver personajes femeninos fuertes e interesantes, alejándonos del tópico de la damisela en peligro), sino también en la vida real: sumado al #MeToo, los estudios empezaron a castigar los comportamientos sexistas, algo que aún colea hasta la actualidad.
Han pasado nueve años desde el primer acoso de los Gamergaters y Anita ha dicho que no aguanta más. Cierra Feminist Frequency (lo que algunos, incluso ahora, han considerado como una victoria) y de todo su emporio solo quedará en pie el podcast, además de todo el material de archivo que se ha publicado con anterioridad y que ayudó a remodelar la industria.
Por el camino, Anita ha tenido que enfrentarse a amenazas de muerte, agresiones y mensajes privados demenciales suficientes como para llegar a acostumbrarse a este ambiente, como si fuera parte del día a día y la rutina. Es normal que Feminist Frequency haya cerrado, y lo verdaderamente triste son los motivos por los que ha tenido que hacerlo. Si Anita quiere volver algún día, quizá, y solo quizá, el mundo sea más civilizado.
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