OpenAI, la compañía detrás de ChatGPT, va de problema en problema. Además de estar siendo investigada por varios países debido a la falta de transparencia en la posible utilización de los datos de los usuarios, y de estar entre la espada y la pared en Europa debido a la futura “ley IA”, hace unos días recibió su primera denuncia por difamación.
Según recoge Bloomberg, Mark Walters, un locutor de radio de Georgia (Estados Unidos), demandó a la compañía de IA después de tener constancia de que ChatGPT afirmaba que Walters había sido sido acusado de estafa y malversación de fondos de una organización sin ánimo de lucro.
La denuncia presentada en Georgia señala que dicha información se generó como respuesta a la solicitud de un tercero, un periodista llamado Fred Riehl, quien pidió a ChatGPT que resumiera un caso judicial de un tribunal federal aún en curso que no guarda relación alguna con Walters. Como suele ocurrir con ChatGPT, la IA acabó mezclando información real con datos inventados “para salir del paso”, entre las que se encuentran estas acusaciones.
“Las acusaciones de ChatGPT sobre Walters eran falsas y malintencionadas, expresadas en forma impresa, por escrito, imágenes o signos, tendentes a dañar la reputación de Walter y exponerle al odio, desprecio o ridículo públicos”, expresa la denuncia.
De momento, se desconoce si el caso podría seguir adelante con la ley estadounidense, ya que la Sección 230 protege a las empresas de Internet de la responsabilidad legal por la información producida por terceros y alojada en sus plataformas (algo que quiso eliminar el expresidente Donald Trump en su cruzada contra la Twitter pre-Musk).
Al final, las IA son tan solo “loros” que repiten (de forma compleja) la información con la que han sido entrenadas y, cuando no saben cómo proceder ante una solicitud o les falta información, tienden a mentir y a dar datos erróneos. Por eso mismo, si vas a utilizar un chatbot para un trabajo, comprueba siempre los datos que te proporciona.
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