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Aquella vez que Estados Unidos prohibió los Furbys por si eran espías en la sombra

¡Baila Fugui!

Aquella vez que Estados Unidos prohibió los Furbys por si eran espías en la sombra
Randy Meeks

Randy Meeks

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Ahora parece un simple vestigio de la nostalgia, pero los Furbys, a finales de los 90, fueron una absoluta revolución en un mundo juguetero encallado. Sus creadores, Dave Hampton y Caleb Chung, tardaron nueve meses en perfeccionarlo, pero cuando salió a la venta en la Navidad de 1998 todo el esfuerzo valió la pena. De hecho, se convirtió en tal éxito que a todo el mundo le costaba encontrarlo, al estilo ‘Un padre en apuros’. Y entonces, la debacle.

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Sí, señor Furby, señor

27 millones de Furbys se vendieron durante su primer año, rivalizando en fama con el Tamagotchi. Todo el mundo quería uno: imitaba la manera de hablar del dueño, aprendía nuevas palabras y frases (en su idioma, al estilo “Baila Fugui” o “Ah preocupado”)… Toda una invención que se salía de la típica Barbie con veinte frases pregrabadas y mostraba el futuro. Más o menos.

Además, los Furbys eran capaces de comunicarse entre sí mediante infrared, causando más de un susto en una casa donde dejaron dos metidos en el mismo cajón. Poco a poco, los muñecos dejaban de hablar “Furbysh” y empezaban a hablar tu idioma. Obviamente, no eran loros y no tenían la capacidad de repetir las palabras que oían en su día a día, sino que simplemente iba “desbloqueando” palabras preprogramadas.

Pero eso no lo sabían en el departamento de defensa de los Estados Unidos, donde la idea de que un muñeco repitiera todo el material confidencial que dijeran en voz alta causaba auténtico terror. Tanto, que en enero de 1999 una base espía estadounidense prohibió los Furbys. Tal y como suena: el enemigo número uno después de los terroristas y los traficantes de drogas.

Hay que entenderlo en el contexto de la época, claro: se creía que si tú saludabas a un Furby podía sugerir hackear la embajada rusa, por ejemplo. En realidad la respuesta, como mucho, iría a un “Asustado”, pero eso no lo sabían. Finalmente, la paranoia llegó tan lejos que no se permitió la entrada de Furbys en el mismísimo Pentágono, y por mucho que en la juguetera dijeran que todo eran rumores divertidos pero falsos (“Los Furbys no son espías”, llegaron a afirmar en una nota de prensa), todo siguió tal cual.

No es el único rumor que en su día surgió sobre este nuevo juguete: se llegó a decir que podía lanzar cohetes especiales o incluso cantar óperas italianas… O incluso interferir con el material médico. Quién habría dicho de este bichillo que acabaría convirtiéndose en el nuevo Osama Bin Laden.

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Randy Meeks

Randy Meeks

Redactor especializado en cultura pop que te escribe en webs, revistas, libros, redes sociales, guiones, cuadernos y servilletas si no hay más sitios donde dar la chapa

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