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Análisis de Final Fantasy VII Remake: Un tremendo remake no solo para el juego original sino para toda la saga

Análisis de Final Fantasy VII Remake: Un tremendo remake no solo para el juego original sino para toda la saga
Daniel Caceres

Daniel Caceres

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Final Fantasy VII Remake no es solo una excelente recreación del primer acto del FFVII original, sino que es también un tremendo remake de los cimientos más básicos de la franquicia. El resultado es una montaña rusa de 30-40 horas de duración de la que no te quieres bajar y que, cuando tristemente termina, quieres volver a subirte. La competencia dentro del género del rol japonés lo va a tener muy difícil para superar todo lo que ha conseguido esta nueva versión de Cloud y Avalancha vs Shinra.

Empiezo con una confesión: no creía que el remake fuera a funcionar cuando se anunció que iba a lanzarse por entregas. Convertir la sección de Midgar del juego original, que dura 5-6 horas, en un juego entero de 30 horas me hizo temer que nos íbamos a encontrar con áreas abiertas repletas de tareas repetitivas, o una abundancia excesiva de misiones secundarias salidas de un MMO. O cualquier cosa de relleno para justificar la extensión. Me alegra decir que metí la pata hasta el fondo con mis pronósticos.

Final Fantasy VII Remake funciona porque lo único que ha mantenido es la esencia, es decir, premisa narrativa básica, personajes principales y escenario general. ¿Todo lo demás? Va por libre. Tiene nuevas tramas, personajes, localizaciones, enemigos… y un sistema de combate totalmente propio que debe convertirse a la de ya en el estándar de la serie. No hay diálogo que no tenga intención, no hay pared que no tenga esmero detrás. Todo lo que se ha creado desde cero desprende dedicación y calidad.

Otro motivo por lo que casi todo lo nuevo funciona es porque lo habíamos imaginado en el ya lejano 1999. La Barriada del Sector 7 en PSX por ejemplo era 3-4 pantallas con algunos personajes explicandonos lo mal que viven. Gracias a estas pinceladas, rellenamos los huecos y creábamos nuestra propia versión. El remake nos muestra la Barriada en todo su esplendor, sus callejones, sus habitantes buscando trabajando bajo las piedras, voluntarios haciendo guarda en zonas donde se han visto monstruos…Recrea a la perfección todo lo que había estado en nuestra mente hasta ahora.

Lo mismo ocurre a nivel narrativo, quizás con mayor efectividad. El tono gris del original se acentúa aquí, especialmente con respecto a las acciones de Avalancha, el grupo ecoterrorista que contrata a Cloud, el prota, para ayudarles a destruir las plantas de energía que nutren la ciudad futurista de Midgar, a costa de acabar con la fuerza vital del planeta. En el original, los muertos y la destrucción que provocaban los atentados eran mínimamente comentados. Aquí, no toda la clase baja está a favor de Avalancha, y sus miembros se verán afectados por sus errores o su ideología. Estos momentos te dejan pensativos y te ayudan a involucrarte en la trama.

En cuanto a personajes, los antiguos son reforzados en el remake mientras que los que eran secundarios ahora adquieren más redondez y complejidad. De nuevo, el acierto consiste en convertir lo que imaginábamos en el 97 en realidad. La aventura de 30 horas permite que la evolución de Cloud sea más orgánica. Barret es más idealista que nunca, pero iremos conociendo sus motivaciones. Puede que la mayor beneficiada sea Aeris; la extraña traducción al español del juego original ocultó su personalidad vivaracha y un tanto torpona. Aquí la vemos, y disfrutamos de ella, en todo su esplendor. También descubriremos tramas creadas para que vivamos aventuras con los secundarios; destaco especialmente el trío “avalanchil”, Biggs, Wedge y Jessie.

Quizás la mayor prueba de la valentía de este remake de ir más allá de lo esperado sea su sistema de combate. Hubiera sido tremendamente fácil copiar/pegar el sistema por turnos en tiempo real y los encuentros aleatorios del original. O haber mejorado ligeramente el sistema más de acción real de FFXV. Nadie se hubiera quejado. En cambio, tenemos algo inesperado que aprovecha la tecnología del momento para ofrecernos espectacularidad sin menospreciar para nada el tacticismo y la paciencia.

Nada de turnos. Nada de encuentros aleatorios que tienen lugar en zonas de batalla “aisladas”. El combate ocurre en tiempo real, dentro de los entornos que exploras y tiene elementos de FFXIII y de la saga Kingdom Hearts. Tus ataques estándares contra enemigos suben tu barra de ataque. Una vez alcanzada cierta cantidad, puedes realizar una acción: usar un objeto, una magia, una habilidad especial o bien desencadenar una invocación.

Pero ojo: esto no convierte FFVII Remake en una suerte de Devil May Cry. Aporrea botones sin cesar y acabarás muerto en cero coma. Tienes que aprender las debilidades de cada enemigo para descubrir cómo dejarles vulnerables. Quizás su barra de vulnerabilidad se llena más rápido si bloqueas sus ataques (en ese caso te conviene controlar a Cloud y su contraataque poderoso en modo ofensivo, con el hechizo Electro (mejor cambiar entonces a Aeris), o haciéndole mucho daño mientras se recarga (a darle puñetazos con la ágil Tifa entonces). Una vez está atontado, sí que ha llegado el momento de desatar tus mejores habilidades y de machacar botones sin parar.

Otro detalle: solo controlas a un personaje cada vez, mientras que el resto, controlado por la IA, solo realizará ataques básicos y bloqueos mínimos. Es importante alternar entre personajes, saber cuándo hacerlo, cómo hacerlo, cuándo es mejor dar órdenes a distancia…

El sistema de combate Final Fantasy VII Remake esconde un ritmo característico, una danza de alternancia entre personajes que, una vez adquieres, se convierte en un espectáculo de combos, de bloqueos a última hora, de planes improvisados… Por suerte, podemos ralentizar la acción en cualquier momento para darnos un respiro y revisar nuestras tácticas. Al principio tanta microgestión puede ser caótica, pero una vez la entiendes, sentirás que cada victoria es tuya. Lo mismo con las derrotas; sabrás que han ocurrido porque atacaste antes de esperar a que el enemigo lanzara sus bombas, o que 

Gracias a todos estos elementos, las batallas contra jefes finales son un espectáculo tanto visual como en jugabilidad. Es en estos encuentros multi-fases cuándo más atención necesitas dedicar a lo que ocurre en pantalla, y donde cada decisión que tomes (¿me centro en subir su barra de vulnerabilidad o trato de arrancarle el cuerno para que no desate ese ataque tan jodido?) puede alterar dramáticamente el desenlace.

Es un sistema ágil cuando tienes las de ganar, pausado cuando necesitas descubrir cómo vencer, y fácil de entender y controlar. Tiene algunos problemillas, especialmente de cámara y con el apuntado de enemigos, pero nada que entorpezca demasiado la experiencia.

Al igual que en el original, tienen mucha importancia las Materias, orbes que deben ser insertadas en ranuras de armas y equipo para poder usar sus habilidades, hechizos o efectos durante la batalla. Quizás tienen más relevancia que nunca gracias a su escasez. En esta ocasión el dinero no te llueve del cielo y hay pocas Materias ocultas por el mundo, así que debes escoger muy bien quién se merece el orbe que ofrece más vida, quién el que aumenta el bloqueo o incluso si esta vez merece la pena poder robar objetos al rival. 

La aventura consiste en capítulos lineales dosificados con algún que otro capítulo que ocurre en un entorno más abierto con unas cuantas misiones secundarias. Es una decisión acertada porque garantiza variedad, sorpresas y diversión. Cada 15 minutos está ocurriendo algo nuevo, ya sea una batalla con un conjunto de enemigos diferente (es lo bueno de evitar los encuentros aleatorios), un minijuego, un puzle, una conversación amena, un nuevo paraje… En esta generación, solo había visto esta dedicación a ser original y a querer siempre emocionarnos en los juegos de Nintendo. Y es precisamente este diseño lineal pero rico en detalles lo que convierte este juego en un remake para toda la saga.

Square encontró una fórmula en FFV que fue perfeccionando hasta el excelso FFIX. Consistió en crear un bucle de jugabilidad variada: batallas ― puzles ― batallas ― minijuegos ― jefe ― batallas ― historia ― secuencia interactiva ― batalla con condición especial ― minijuegos… Si dejamos de lado los mapas de la época, que no eran más que una excusa para mostrar la escala de la aventura con las limitaciones técnicas de entonces, esos Final Fantasy son estrictamente lineales con algún que otro desvío. Eran montañas rusas, sí, pero prácticamente perfectas, con suficientes opciones de personalización, y con grandes ideas a cada rato.

Perdimos esta fórmula con la llegada de las consolas de sexta generación. Final Fantasy VII Remake ha rescatado todos estos ingredientes y ha modernizado la receta. Por eso cuando empieces no podrás parar de jugar. Querrás descubrir qué pasará después, qué minijuego te tocará sortear, qué Materia encontrarás que puede diversificar aún más los combates, qué jefazo aguarda con su excelsa banda sonora… Y por eso los próximos juegos de rol japoneses a los que juegues te sabrán a poco.

Inevitablemente, llegarás al desenlace de FFVII Remake. En sus capítulos finales descubrirás los mayores cambios osados del juego en relación al original. Te quedarás pensativo, formulando nuevas ideas sobre a dónde llevará lo que acabas de experimentar. De nuevo, un juego te ha planteado huecos y de nuevo tu imaginación despierta para tratar de llenarlos. ¿Cuándo era la última vez que había ocurrido? Si eres fan del original, decidirás regresar a él para compararlo, y entonces descubrirás que la versión del 97 sigue siendo fresca e innovadora gracias a su variedad de secuencias. Y si jamás has probado el primer Final 7, y decides empezarlo para descubrir cómo sigue la historia, acabarás enganchado. E imaginarás. Imaginarás mucho.

Puede que este sea el gran acierto de los Final clásicos y de este remake: su gran poder para despertar nuestra imaginación y hacernos evocar nuestras propias fantasías finales.

Daniel Caceres

Daniel Caceres

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