Probablemente la historia de las mascotas virtuales se remonta hasta 1975, cuando el creativo publicitario Gary Dahl lanzó al mercado una “roca mascota”. Que era, literalmente, una piedra. Vendió un millón y medio y se hizo millonario. De hecho, actualmente cada piedra mascota cuesta 20 dólares. En el campo te cuestan cero, eso sí. Probablemente la primera vez que en Europa escuchamos hablar de una mascota virtual fue el Tamagotchi, pensando que era una moda pasajera. Casi 30 años después, aquí seguimos, con la V-Pet.
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De la noche a la mañana, una aplicación gratuita en Steam ha dado el salto hacia los primeros puestos casi sin pretenderlo: ni siquiera se trata de un juego, es más bien una especie de Tamagotchi que tiene la forma de una chica adolescente en estilo anime que va pidiendo distintas cosas (pero, principalmente, caso) mientras está en segundo plano. Perfecto para entretenerte en las tareas más aburridas del día a día, vaya.
En realidad se trata de un simple anuncio de un juego que actualmente se encuentra en early access, ‘VUP-Simulator’, en el que encarnas a una creadora de contenido que debe ir mejorando poco a poco en su carrera, desde su setup hasta su tipo de vídeos pasando por una mejor cámara o un equipo más potente. Si no te interesa el juego, no te preocupes: puedes seguir usando a V-Pet sin problemas.
Y pensaréis que al público más hardcore de Steam le estará molestando que esté en los primeros puestos, ¿no? Pues más bien no: la gran mayoría son reseñas extremadamente positivas y las que no lo son lo achacan a que en algunos programas, como ‘League of legends’, pueden banearte si se intuye que estás usando contenidos de terceros. En el lado contrario, la reseña más valorada le da un diez exactamente por eso.
Es posible que el fenómeno de la V-Pet pase mañana, pero siempre habrá mascotas virtuales, desde ‘Nintendogs’ hasta ‘Digimon’. Y lo bonito es que hasta los gamers más fans de ‘GTA’ hayan acabado abrazando la simpleza de un personajillo con doscientos movimientos que anuncia un juego que, realmente, tampoco le importa demasiado a nadie. Para qué engañarnos.
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