Hoy, en un nuevo capítulo de “Elon Musk gestionando Twitter como si fuese un quinceañero”, toca hablar de lo que ha ocurrido estos días entre la red social y Substack. Cuando hablamos de Substack, nos estamos refiriendo a la mayor plataforma de newsletters del mundo, con una gran presencia en los Estados Unidos. Pero ¿en qué podría haber afectado esta compañía a Twitter, una red social de microblogging?
La semana pasada, Substack lanzó una nueva función para su plataforma llamada Notes. Esta nueva función se diferencia de las extensas publicaciones que se suelen realizar en la plataforma en que son posts cortos, que permiten responder, citar o incluir imágenes/vídeos dentro un feed propio. Exactamente, es una imitación de Twitter.
Lo que parece una gran noticia para muchos redactores que se vieron obligados a migrar de Twitter tras el cierre de Revue, el servicio de newsletters de la red social, debió enfadar mucho a Musk, que vio cómo otra gran empresa podía hacerle la competencia. El adalid de la libertad de expresión y el libre mercado, en un acto que se podría considerar como lamentable o incluso infantil, comenzó bloqueando la capacidad de dar me gustas o retuitear tuits que contuviesen la palabra “Substack”.
Es decir, si tratas de responder a un tuit que mencionaba la palabra “Substack”, incluyendo cualquier link que dirija a la plataforma, Twitter te advierte diciéndote que “ha deshabilitado algunas acciones en este tuit”. Este bloqueo también se mantiene en apps móviles y en TweetDeck, aunque el mensaje no aparezca.
No contento con esto, Musk también decidió quitarle toda la visibilidad que pudiera a Substack. ¿Cómo? Con una triquiñuela bastante “sucia”: al buscar la palabra “Substack” en el buscador de Twitter, este buscaba en su lugar la palabra “newsletter”. De esta forma, aquellos que quisieran saber qué estaba pasando con Substack o quienes quisieran buscar posts de redactores en Twitter, lo tenían mucho más complicado (básicamente, es como si quisieras buscar “Twitter” en Google y solo salieran resultados de “red social”).
A pesar de esta estratagema, no tardaron en salir pequeños trucos para saltarse la censura de Elon Musk. En el caso de los bloqueos, los redactores se dieron cuenta de que podían insertar enlaces a sus posts de Substack utilizando servicios de acortadores de links. Y, tanto para poder escribir sobre Substack como para buscar la palabra en el buscador, los usuarios tan solo tenían que escribir “sub stack” (por separado).
La respuesta de Musk ante los (muchos) tuits que hablaban de este tema y al desagrado por parte de los fundadores de Substack: Chris Best, Hamish McKenzie y Jairaj Seth, fue que la plataforma de newsletters estaba “tratando de descargar una parte masiva de la base de datos de Twitter para arrancar su clon de Twitter”. Una afirmación carente de prueba alguna y que Chris Best, el CEO de Substack, negó en una publicación en la que afirma que su plataforma usó la api de Twitter durante años y sin infringir ninguna normativa.
Best también aprovechó su publicación en Substack para expresar su frustración ante esta situación y para dejar claro que los redactores de la plataforma no trabajan como tal para Substack, sino que son clientes de ella. Al poner estos impedimentos en Twitter, Musk ha pretendido hacer daño a Substack poniendo palos en las ruedas a trabajadores autónomos que se ganan la vida gracias a las donaciones de sus suscriptores.
Vaya, que Musk es todo un ejemplo de buen empresario. No solo lleva a cabo este tipo de “iniciativas” contra otras empresas, sino que, además, en su propia compañía se ha ganado la fama de ser un empresario completamente incompetente, que solo sabe amenazar con despedir a sus empleados si no cumplen sus deseos y que utiliza Twitter para subir artificialmente el valor de una criptomoneda con el fin de embolsarse millones de dólares.
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