En España somos así: se inventa algo con el potencial de cambiar la humanidad y nosotros lo usamos para los memes y las risas. Un poco como cuando el Hijo de la Tomasa dijo que nos iba a matar a todos y nosotros empezamos a reírnos de él. Ahora está pasando con la inteligencia artificial: no le puedes dar un juguete a Twitter porque en menos de un día ya te lo han roto y se vuelve simple rutina.
I dance the Chuminero when I feel like it
La aplicación en cuestión se llama Rask y permite doblar voces en 60 idiomas de forma inmediata manteniendo el tono de voz y el timbre de la original. Así, por ejemplo, tenemos videos de Paquita Salas hablando en italiano, memes de ‘Sálvame’ en inglés (“We had a night of love”) y hasta los vídeos más clásicos de Internet (“La he liao parda”) en cualquier otro idioma.
Vale, sí, las voces no encajan con los labios (de momento) y la traducción es a veces un poco pobre, pero teniendo el juguetito gratis, no vamos a quitárnoslo tan fácilmente. La cosa la ha empezado, por cierto, @norcoreano, con la visita de Belén Esteban a ‘La resistencia’ en un perfecto inglés de Oxford.
Todo son risas, también es verdad, hasta que dejan de serlo. Siento ser el que tire el jarro de agua fría, pero todos estos chistes tienen una parte profundamente negativa: la gratuidad de la herramienta es una simple primera vía para que normalicemos su uso mediante los memes y después poder meter la patita en las oficinas de personas sin escrúpulos que por ahorrarse unos euros son capaces de utilizar Rask para no tener que pagar traductores y dobladores.
Lo mismo que pasó con las imágenes: muy divertidas en el meme, muy peligrosas en la vida real porque le pueden quitar el trabajo a ilustradores mucho más talentosos que un simple robot. Pero, ¿eso qué más le da a los empresarios? Al final, ese es el gran problema.
