3600 millones de dólares. Esa es la cifra por la que Sony compró, en 2022, Bungie, los antaño cabeza de cartel de Microsoft con ‘Halo’. Pero a estas alturas ya deberíamos saber que firmar con sangre y delante del diablo no suele traer nada bueno, y el contrato incluía una cláusula mediante la que se dejaba muy claro que si el estudio no alcanzaba los objetivos financieros, Sony podía tomar el control, despedir a todos los dirigentes y hacerlo suyo. Y nunca adivinaréis lo que ha pasado.
Cosa del destino
A priori, todo pintaba bien: Bungie seguiría siendo un estudio independiente y Sony no tenía nada que decir al respecto. Pero claro: en 2023 se han quedado lejos de su objetivo. ¿Cuánto? Un 45%. Y es que ni la expansión de ‘Lightfall’ ni el número de jugadores de ‘Destiny 2’ son los apropiados para mantener el estudio a flote.
Por ahora, el estudio, de 1100 personas, ha conseguido seguir estando a flote recortando personal (y, por tanto, ganando beneficios), pero todos los ojos están puestos en junio de 2024, cuando saldrá a la venta ‘The final shape’, la siguiente expansión de ‘Destiny 2’ que puede o bien hacer que el interés del juego vuelva al nivel en el que estaba en su lanzamiento allá por 2017 o bien condenar no solo al título, sino también al estudio.
No es que Bungie no tenga nada más en el horizonte: ‘Marathon’, su esperado shooter, saldrá en 2025 (al menos de momento). La única duda que hay al respecto es si sus problemas vienen de decisiones tomadas hace tiempo dentro del estudio que han dado lugar a serios problemas internos o, por el contrario, han sido las expectativas de Sony a la hora de marcar los objetivos del año. Sea como sea, no parece que en Bungie tengan muchas ganas de saltar de alegría ahora mismo, y los turrones pueden atragantárseles.
