En la actual industria del videojuego es raro el estudio que utiliza un motor propio. El pastel se reparte entre dos grandes motores, Unity y Unreal Engine, siendo el tercero más usado, muy por lejos, Godot. Por eso cualquier cambio en cualquiera de las dos empresas que producen estos motores, Unity y Epic respectivamente, se observa con lupa. Aunque los últimos cambios en las políticas empresariales de Unity no hace falta mirarlas con lupa para ver porqué están causando un inusitado revuelo.
Unity es un motor gráfico con el que se han creado juegos como Pokémon Go, Cult of the Lamb, Cuphead o Fall Guys. Se usa para toda clase de juegos, tanto indies como producciones de gran tamaño, que hasta ahora empleaba un modelo basado en suscripciones. Y tenemos que señalar el hasta ahora.
En Unity hay tres licencias. La Unity Personal permite a los desarrolladores con ingresos inferiores a 100.000$ al año emplear el motor de manera gratuita. Quienes tengan ingresos superiores a estos, pero inferiores a 200.000$, tienen que pagar Unity Plus, que son 400$ al año. Cualquiera que supere esta cifra debe pagar Unity Pro, Industry o Enterprise, que son 2000$, 5000$ o una cantidad específica de dólares al año según las necesidades concretas que tenga su estudio.
Lo que ha hecho Unity ha sido anunciar la eliminación de Unity Plus. De ese modo, ahora hay un salto del Personal al Pro donde se pasa a pagar cinco veces más por el mismo servicio.
Pero lo que ha causado más controversia es el hecho de que, a partir del 1 de enero de 2024, quieren introducir una cuota de uso. Por cada instalación de un juego que supere los 200.000$ al año, Unity cobrará 0.20$ por cada nueva instalación. Cuanta más alta es la suscripción, menos cobrará Unity por descarga, pero eso ha hecho que muchos desarrolladores se levanten en armas por lo que consideran unos precios abusivos.
Cómo acabará todo está aún en el aire. Lo que está claro es que Unity, con los precios actuales, tiene difícil mantener a los estudios independientes contentos. Y con las cotas, los estudios grandes no tienen razones para no buscar alternativas más justas.
