Hay algo peculiar en la popularidad de los juegos que simulan hasta las últimas consecuencias un trabajo. No suena como algo divertido. Trabajar pilotando un avión tiene cierto sentido, pero hacerlo trabajando en una granja, conduciendo un camión, un taxi o gestionando un supermercado no suenan como cosas interesantes que hacer en tu tiempo libre. Suenan como lo que son: un trabajo. Y sin embargo, constantemente vemos aparecer en las listas de más vendidos juegos con la coletilla Simulator.
El último juego de esta clase que ha triunfado en Steam ha sido SuperMarket Simulator. Como bien describe su nombre, es un simulador de la gestión de un supermercado. Empezando con una tienda minúscula y muy poco dinero, tendremos que gestionar el día a día, comprando productos, estableciendo sus precios y asegurándonos de ganar lo suficiente para pagar el alquiler. Todo ello mientras hacemos un esfuerzo por crecer poco a poco hasta convertir nuestra tienda en un gran supermercado.
Porque el interés del juego radica precisamente en eso. En que tenemos que estar atentos a todos los detalles. Tendremos que reabastecer productos, asegurarnos de dar bien los cambios, y que tenemos espacio para todo. Buscando encontrar el equilibrio perfecto entre todas las facetas del juego, en un bucle constante donde es difícil llegar a una situación imposible, pero siempre generando una pizca de estrés al ver cómo se sucede la situación.
Supermarket Simulator tiene un pico de 107,824 jugadores simultáneos y está en el top 8 de juegos más vendidos, con un 94.29% de críticas positivas. Esto es fácil achacarlo a que streamers como ElRubius o Ibai han estado jugándolo, pero hay algo más detrás de su éxito. Esta clase de juegos son muy satisfactorios.
Como ya hemos comentado, Supermarket Simulator se basa en un bucle muy concreto. Compramos productos, les ponemos el precio, cobramos a nuestros clientes, y nos toca volver a comprar productos para reponer. Si este bucle es interesante es porque existe una cierta puerta abierta a la expresión personal y el error y a la introducción de pequeños elementos disruptivos.
El elemento de error y expresión personal se da en las gestiones que ocurren en el propio bucle. Lo primero se debe a que podemos modificar ciertos valores. Podemos poner precios por debajo o por encima del mercado, cobrar mal las vueltas o comprar de más o de menos de un producto popular. Los elementos disruptivos ocurren en el hecho del crecimiento de nuestra tienda. La aparición de un almacén, la compra de nuevos productos, o la necesidad de ampliar nuestro espacio, van introduciendo pequeñas rupturas en el bucle que nos mantienen enganchados gracias a la novedad del mismo.
Por eso el interés de esta clase de juegos radica en cómo nos mantiene siempre en un razonable nivel de estrés. Siempre hay un pequeño elemento nuevo que introducir, para evolucionar, para mejorar. Algo que se puede criticar por ser las implicaciones ideológicas que conllevan, especialmente en el contexto de Supermarket Simulator, pero que hace un excelente mecanismo para mantener enganchados a los jugadores.
De ahí su popularidad. Resulta muy adictiva esa repetición con constantes pequeños cambios a la fórmula. Y si no nos crees, sólo tienes que probar Supermarket Simulator para descubrirlo por ti mismo.
