La noticia de hoy no es fácil de explicar científicamente ni sencilla de comprender. Y no es cosa vuestra, es que no estamos ante algo habitual. No todos los días un ser vivo es capaz de resucitar tras casi 50.000 años congelado.
Una hembra de gusano redondo microscópico que pasó los últimos 46.000 años en animación suspendida en las profundidades del permafrost siberiano fue revivida y empezó a tener bebés en un plato de laboratorio.
Los científicos saben desde hace tiempo que algunas criaturas microscópicas son capaces de hacer una pausa en su vida para sobrevivir a entornos hostiles, sumiéndose en el más profundo de los sueños al ralentizar su metabolismo hasta niveles indetectables en un proceso llamado criptobiosis.
Ya en 1936 se descubrió un crustáceo viable de varios miles de años enterrado en el permafrost al este del lago ruso Baikal. En 2021, los investigadores anunciaron que habían resucitado antiguos rotíferos bdelloides, animales multicelulares microscópicos, tras 24.000 años en el permafrost siberiano.
El anterior récord de resucitación de un nematodo lo ostentaba una especie antártica que empezó a retorcerse de nuevo tras unas pocas docenas de años.
Esta nueva especie de nematodo, denominada Panagrolaimus kolymaensis, bate ese récord de latencia en decenas de miles de años.
El suelo helado en el que estaba incrustado el nematodo procedía de un antiguo agujero de topo, excavado a unos 130 pies bajo la superficie. Los científicos utilizaron la datación por radiocarbono para determinar que el suelo tenía 46.000 años, más o menos mil años.
La receta para revivir a estas criaturas es bastante sencilla. Los investigadores descongelan la tierra, teniendo cuidado de no calentarla demasiado rápido para evitar que se cuezan los nematodos. A continuación, los gusanos se retuercen, comen bacterias en una placa de laboratorio y se reproducen.
El nematodo original, de 46.000 años de antigüedad, ya no vive, pero los científicos han seguido criando más de 100 generaciones a partir de este único nematodo. Lo que intriga a los investigadores no es sólo la edad del espécimen, sino cómo entra en un estado de limbo.
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