No todas las historias sobre el origen de cosas míticas tienen por qué ser míticas, laboriosas y enseñar una lección sobre el esfuerzo. A veces, simplemente, pasan. Me gustaría deciros que RL Stine era un joven idealista con el sueño de hacer temblar, muchachos, temblar a los niños locales cuando creó ‘Pesadillas’, su saga de 62 libros que después se expandió a cientos de otras novelas, películas, videojuegos y, por supuesto, series de televisión. Pero no es la verdad.
Qué miedo vais a pasar
Robert Lawrence Stine tenía 49 años y toda una carrera forjada a partir de libros de elige tu propia aventura, revistas de humor y la saga ‘La calle del terror’ cuando, en 1992, Joan Waricha, la co-fundadora de Parachute Press, le pidió que hiciera realidad un sueño personal. Y es que la mujer se dio cuenta de que no existía literatura de terror para niños de entre 7 y 11 años: ¿Quién mejor que Stine para hacerse cargo?
Él, de primeras, lo tenía muy claro: ningún interés en escribir para niños. Le iba bien sin necesidad de rebajarse de esta manera, así que pasó del tema. Su mujer y sus editores insistieron continuamente pero Stine seguía negándose (vaya genio de las finanzas, ¿eh?) hasta que un día, para que se callaran, acabó diciendo que sí y firmó un contrato de seis libros.
De ellos, el primero, ‘Bienvenidos a la casa de la muerte’, aún ahora el propio Stine cree que es demasiado terrorífico para los niños, sobre todo comparado con el sacadinero que fue después, con libros deplorables como ‘Sangre de Monstruo IV’ o ‘La leyenda perdida’. Stine empezó a lanzar un libro mensual y la Pesadillamanía le hizo ganar mucho, muchísimo dinero. Millones y millones de una saga que él pretendía abandonar sin empezar a escribir siquiera.
El tiempo ha pasado, Stine tiene 79 años… Y sigue escribiendo ‘Pesadillas’. Concretamente, ahora está con una colección titulada SlappyWorld, además de tener tiempo para hacer nuevas novelas de ‘La calle del terror’. Y a estas alturas, no tiene pinta de que el Jovial Bob Stine, como se le conocía al principio, vaya a cambiar su modus operandi. Por suerte.
