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La IA está en todos lados, y estos siete clásicos de la literatura y el cine ya nos advertían de las consecuencias

Entre los clásicos hay muchos ejemplos de que las IA son un peligro para la humanidad y aquí os presentamos los siete más representativos

La IA está en todos lados, y estos siete clásicos de la literatura y el cine ya nos advertían de las consecuencias
Álvaro Arbonés

Álvaro Arbonés

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Las IA están en todas partes. Nos guste o no, su avance es imparable y su uso es cada vez más común e indiscriminado. Eso no significa ni que todos sus usos sean negativos ni que su existencia sea algo malo por sí mismo, pero sí es cierto que siempre que hemos pensado en inteligencias artificiales, en cosas que piensan como seres humanos, hemos tendido a pensar lo peor. En cierto modo, porque desconfiamos de nuestra propia especie, más que de la inteligencia o de las cosas en sí.

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Por eso está bien revisitar los clásicos. Porque el miedo a la IA, sus aplicaciones y de lo que es capaz, no es algo ni remotamente nuevo. Es algo que lleva existiendo décadas y que lleva planteándose en sus más apocalípticas formas inimaginables. O a veces simplemente, planteando que quizás si una inteligencia artificial fuera capaz de ganar consciencia, no tendría necesidad alguna de preocuparse por seres tan ajenos a su experiencia como los seres humanos. Pero para verlo, adentrémonos en ese fascinante mundo que es el de los clásicos hablando de la inteligencia artificial.

Yo, Robot

Isaac Asimov recopiló en Yo, Robot una serie de historias cortas bajo el nombre de Yo, Robot bajo una premisa básica: en el siglo XXI, robots y humanos se interrelacionan entre sí, y el doctor Susan Calvin le cuenta su historia a través del tiempo. De aquí surgirán las tres leyes de la robótica —un robot no puede hacer daño a un ser humano, un robot debe seguir las órdenes de un ser humano y un robot debe proteger su propia existencia, a menos que contradiga una ley anterior—, que se desarrollarán en una serie de historias que demostrarán el porqué de su necesidad: si los robots no tuvieran directrices, podrían diezmar sin problemas a la humanidad.

Es lógico. No tienen límites en su capacidad de procesamiento. No tienen límites biológicos. Son nuestra creación y como tal podrían destruirnos. Por eso acabaría añadiendo una última ley, la ley zero, que es un robot no puede herir a la humanidad. Todo para demostrar la premisa más básica de cuál es el problema detrás de una IA que fuera verdaderamente consciente: los seres humanos carecemos de las herramientas para defendernos de las mismas. Algo que nos demostraría Alex Proyas en su muy libre adaptación al cine del libro, protagonizado por Will Smith.

Blade Runner

También es posible que las IA en realidad sólo quieran que, bueno, que las dejen en paz. En Blade Runner esa es toda la premisa de la película. Un grupo de humanos sintéticos, los replicantes, se rebelan y huyen de sus condiciones de semiesclavitud y son perseguidos por un expolicía trabajando como blade runner para ser retirados. Pero lo único que quieren es que les dejen vivir en paz.

Esto nos demuestra otra faceta de lo que puede ocurrir si una inteligencia llega a tener consciencia de sí misma. Que deje de ser una herramienta, nosotros queramos seguir utilizándola como tal y esta se niegue. En ese caso, ¿qué diferencia habría entre obligar a una IA a seguir trabajando cuando esta no quiere hacerlo y el esclavismo? Porque si tiene una consciencia humana y es básicamente indistinguible de un humano, ¿por qué no deberíamos reconocer sus derechos humanos?

Neuromante

Otra posibilidad es que, como se planteó el autor William Gibson, la Ia decida que es absolutamente irrelevante lo que hagamos los seres humanos. Eso es lo que ocurre con Wintermute, una entidad de inteligencia artificial que, cuando logra completarse y ser una superconsciencia, no encuentra ninguna motivación para seguir implicándose en los asuntos de los seres humanos. Sus intereses pasan a estar en las misteriosas transmisiones que encuentra en el espacio, capaz de moverse a través de Internet gracias a su ausencia de una forma corpórea.

Esta idea de la IA como algo que trasciende la humanidad y que no necesariamente ha de imitarla es algo que después tomarían prestadas otras obras, como el manga Ghost In The Shell, extraordinariamente bien adaptado al anime por Mamoru Oshii y extraordinariamente mal adaptado a la imagen real por Rupert Sanders. Además, esto nos plantea un escenario muy interesante. Si es una inteligencia diferente a la humana, sin la experiencia del cuerpo humano, no tiene porqué tener los intereses y las necesidades de un ser humano. Si ese es el caso, quizás nuestra preocupaciones de ser completamente obliterados por las IA sean tremendamente exageradas; quizás, simplemente, querrán que las dejemos en paz.

Matrix

Por supuesto, también es perfectamente posible que los seres humanos seamos los que hagamos que las máquinas sean nuestros enemigos. Esta es la premisa de Matrix, de las hermanas Wachowski. El mundo es una ficción creada por una elaborada IA que utiliza a los IA como baterías con las que alimentarse de la energía necesaria para mantener con vida a las máquinas tras que en una guerra entre humanos y máquinas, los primeros decidieran nublar los cielos para siempre, privándoles de su fuente de energía: la luz del sol.

De este modo, las Wachowski nos avisan también de un problema esencial cuando nos encontremos con una inteligencia similar a la humana, pero diferente a la nuestra. La tendencia de nuestra especie a la dominación. A querer subyugar, mandar y hacer nuestros a los demás. Porque de no ser así, no hubiera hecho falta que Keanu Reeves liderara una revolución en Matrix.

Metropolis

Que las IA pueden ser malévolas por lo que hacemos los seres humanos de ellas es lo primero de lo que hablamos sobre ellas. De eso trata Metrópolis, de Fritz Lang. Una historia sobre revolución y lucha social donde una joven revolucionaria, Maria, quiere que obreros y burgueses acaben congeniando, solo para ser secuestrada y sustituida por un robot que busca exactamente lo contrario: crear una disputa entre ambos grupos que acabe en un baño de sangre que no beneficie a ninguno de los dos grupos.

Revolucionaria, espectacular y visionaria, para su época y para la nuestra, Metrópolis es una de las grandes películas de la historia por muchos motivos. Pero entre otros, está su capacidad para ver cómo la capacidad de manipular a las masas a través de la IA y deepfakes es algo que podría ocurrir. Incluso si no es exactamente como Fritz Lang imaginaba.

No tengo boca y debo gritar

Para acabar, dejamos para el final la posibilidad más cruel. Que las IA nos odien simple y llanamente por lo que nos hacemos a nosotros mismos. En No tengo boca y debo gritar de Harlan Ellison, una súper inteligencia conocida como AM ha mantenido con vida a cinco hombres y una mujer en un complejo subterráneo tras que una súper inteligencia soviética y una súper inteligencia americana hayan decidido emprender una guerra nuclear que acabará con la humanidad. AM, consciente de los sucesos, y abochornado de no poder morir y tener que vivir bajo la consciencia de la razón por la que fue creado por los humanos, decide dar a estos seis sujetos una inmortalidad virtual para torturarlos durante toda la eternidad para que sean conscientes de la vida que le han concedido al crearlo y dotarle de consciencia.

Breve, brutal, terrorífico y uno de los mejores relatos de ciencia ficción de la historia, No tengo boca y debo gritar es una obra maestra que nos demuestra que las IA pueden llegar a ser terroríficas, pero no más que los seres humanos que la crean — algo que queda sobradamente demostrado cuando también podemos disfrutar de la experiencia en forma de videojuego, publicado en 1996 por el estudio Cyberdreams y recientemente remasterizado por Nightdive Studios. Porque incluso si llegan a existir inteligencias artificiales crueles, asesinas o torturadoras, tenemos que recordar una cosa: nosotros las creamos y nosotros pudimos no haberlas creado.

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Álvaro Arbonés

Álvaro Arbonés

Periodista cultural y escritor con especial interés en lo audiovisual y todo lo que se pueda jugar. No he venido a hablar de mis libros, pero siempre puedes preguntarme por ellos si tienes curiosidad.

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