A día de hoy, todos nosotros estamos “influenciados” por líderes de opinión. Ya sea un deportista, un político o un actor, muchas personas afectan directa o indirectamente a lo que pensamos, a lo que decimos e incluso a lo que compramos.
En los últimos años, la figura del influencer ha cobrado un gran protagonismo gracias al auge de redes sociales como Facebook e Instagram, y al de las plataformas de vídeos como YouTube y TikTok. Personas que pueden ser como cualquiera de nosotros y que nos recomiendan qué productos o servicios consumir, ya sea motu proprio o por acciones publicitarias.
Sin embargo, en los últimos años ha entrado a la palestra un nuevo tipo de creadores de contenido que, en vez de recomendarte algo, tratan de convencerte para que no lo compres. ¿Su nombre? Los “desinfluencers”. Personas que, al igual que los influencers que todos conocemos, gozan de una gran popularidad en redes sociales como TikTok, pero que funcionan como catalizadores de un sentimiento general de hartazgo hacia la recomendación constante de productos.
“Que te vendan constantemente es agotador. Que te digan que todo es un producto milagroso cansa”, comenta la directora general de Dieux, Charlotte Palermino, entrevistada por Wired. “Hace unos años, TikTok parecía tan auténtica porque no era seria”, dice Palermino. “Las marcas no estaban invirtiendo mucho en los creadores. Era un espacio divertido en el que no había presión. Ahora la presión ha llegado a un punto de ebullición”.
A pesar de lo que se pueda creer, los desinfluencers también pueden “ejercer” como influencers. Es el caso de la propia Palermino, que recomienda en Instagram productos de cuidado de la piel. Al desinfluenciar, estos creadores pretenden evitar la compra impulsiva de productos por parte de los usuarios. “Tengo un cementerio de productos en mi cuarto de baño y cada noche uso los mismos cinco”, comenta Palermino.
Wired también habla sobre la evolución de la figura del desinfluencer, y de cómo las marcas, irónicamente, han comenzado a aprovecharse de su cada vez mayor popularidad. “Publiqué mi primer vídeo desinfluencer un miércoles, y el lunes por la mañana tenía dos paquetes en mi puerta. Uno de ellos no sé cómo me encontraron”, comenta la consultora de marketing Alyssa Kromelis, una popular desinfluencer con 123.000 seguidores en TikTok.
A pesar de la “influencia negativa” que ejercen este tipo de influencers, que abogan por compras más selectivas de productos, industrias como la de la belleza podrían no verse afectadas por sus acciones. “No creo que las influencers afecten materialmente a la industria de la belleza en términos de disminución del consumismo”, dice Jessica DeFino una reportera que critica en su newsletter los productos de belleza.
Y es que la “desinfluencia” es una tendencia que, aún con toda su actual popularidad, podría tener los días contados, según DeFino: “Los consumidores caen siempre en la trampa, y a menudo se sienten orgullosos de ello porque han adoptado la estética del ‘menos’, si no la ideología”.
¿Seguirá creciendo esta “moda”? ¿Los desinfluencers acabarán “convirtiéndose en aquello que juraron destruir”? ¿Acabará desapareciendo por completo esta tendencia? Solo el tiempo lo dirá.
