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Poquita fe es la serie del verano y debes verla sí o sí

Poquita fe es la serie del verano y debes verla sí o sí
Nacho Requena Molina

Nacho Requena Molina

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El verano suele ser una época perfecta para estrenar películas y series, ya que durante este periodo hay bastante más tiempo para ir al cine o estar sentado delante de la televisión. La mejor prueba de ello la estamos teniendo ahora mismo en las salas, donde entre Indiana Jones, la de Barbie o la nueva de Nolan vamos más que servidos. No obstante, en series estamos teniendo también sus buenos estrenos, desde The Witcher hasta una que está empezando a sonar por ser buenísima: Poquita fe.

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Realizada por Buendía Estudios y distribuida por Movistar Plus+, la sinopsis de esta ficción es de lo más cotidiana del mundo. Berta (Esperanza Pedreño) y José Ramón (Raúl Cimas) forman una pareja donde la palabra “normal” es la que más destaca. Él trabaja como guarda de seguridad, ella en una guardería. Tienen un piso de alquiler, comen tapas en el bar de abajo y visitan a sus padres de vez en cuando. La vida de millones de personas en todo el mundo, sin más. No obstante, aquí está la clave de esta ficción, ya que a través de la cotidianidad se construye un discurso donde el humor y su dosis de drama se entrelazan para contar una comedia que es maravillosa.

Poquita fe hace de la monotonía su argumento. El ir a comer con los suegros, los mantecados de Navidad, los problemas banales en el trabajo y un sinfín más de situaciones son las que construyen la trama de la serie de Movistar+. Pero cae en estos momentos no para criticarlos, sino para que el espectador se pueda ver reflejado en ellos y sea él mismo el que se cuestione si esa vida que lleva le gusta o no.

Esto en la serie se puede ver bastante bien en el personaje de José Ramón. Para él, todo está bien y sus vicisitudes no recaen sobre cómo se desarrolla su vida: no ve ningún problema. Berta, en cambio, sí observa que esa monotonía está acabando con su proyección de futuro, con sus energías, con su propia alegría hasta acabar en el tedio. Pero tiene normalizado que sea “la otra” para sus padres, que su hermana pase de ella y que su vida con su marido sea tan insípida que la acepta como tal. Quiere cambiarla, pero no puede dar el paso adelante. Y aquí entra el detonante de todo Poquita fe: si él está bien y no observa que algo va mal, pero ella sí lo ve y se calla, ¿cómo se espera que todo funcione y siga adelante?

Las interpretaciones de Cimas y Pedreño, acompañados de unos secundarios de lujo, son las que llevan a la pantalla este hartazgo con una risa de oreja a oreja, pero también con la cuestión de si “yo soy así”. Entre mensaje y mensaje lanzado, la serie introduce esos momentos más histriónicos que uno puede vivir en su vida diaria. Los realza y los lleva hasta el absurdo, hasta cierto punto caricaturesco.

Apostando por ese estilo Pantomima Full -pero sin los letreros demoledores, que aquí van implícito al discurso-, la serie intercala los planos donde los personajes hablan a un entrevistado que los graba con las propias situaciones de su vida. Adopta los códigos del falso documental, aunque con peculiaridades como que en los momentos de la vida los personajes no son conscientes de la presencia de la cámara (a diferencia de un The Office, por ejemplo). Pero esto no importa, ya que el formato funciona de manera genial. El montaje rápido y vivo, con intercalaciones de personajes involucrados en ese hecho, encaja como anillo al dedo para el mensaje que se quiere transmitir en episodios de poco más de quince minutos repartidos a uno por mes (de enero a diciembre, doce en total). La apuesta es arriesgada, pero el resultado es increíble.

Poquita Fe funciona de escándalo porque no es más que la vida de cada uno llevada a la pantalla. En ocasiones, verse representado en algunos personajes de ficción es más doloroso que la crítica más feroz de algún conocido o familiar. Porque aquí no hay nadie que interpele directamente tu discurso, sino que son unos desconocidos que sólo existen en una pantalla quienes están diciendo que tu vida es una mierda también. Pero toca tomárselo con naturalidad, con la gracia de la monotonía que rodea a la propia vida. Poquita fe va de verse reflejado y llorar de risa por sentirse representado en algún momento. Porque si no te ríes de ti mismo, entonces sí que tienes un problema.

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Nacho Requena Molina

Nacho Requena Molina

Periodista especializado en videojuegos y tecnología. Casi dos décadas dedicado a ello.

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