En una sociedad que tiende a dejar de lado a las personas mayores, la compañía ElliQ ha diseñado un robot que, impulsado por Inteligencia Artificial, se encarga de dar servicio y apoyo emocional a las personas mayores que más solas se encuentren, ofreciendo también un amplio abanico de servicios como asistente de voz.
ElliQ es un sistema que, a través de los métodos habituales en los asistentes de voz, se encarga de responder a su interlocutor y ofrecer un apoyo emocional a través de su IA, que se encarga de que la persona o personas de su alrededor se sientan más acompañadas y felices.
Optimismo y mejora de hábitos
El sistema de ElliQ está programado para que, según las necesidades patológicas de cada persona (cardiopatías, diabetes, etc), lleve a cabo recomendaciones rutinarias enfocadas a su salud. Asimismo, también se esforzará en subir el ánimo de sus interlocutores gracias al feedback que ofrece en sus diálogos, tanto con la iluminación y movimientos de su cabeza como con el contenido de sus palabras.
Además, ElliQ también se encarga de programar ciertos hábitos diarios que de manera saludable ayuden a activar física y mentalmente a los usuarios que la utilizan. Eso sí, todas las ventajas de este sistema tienen un precio, ya que requiere de una suscripción mensual de 60 dólares al mes (se trata de un servicio para Estados Unidos).
El lado luminoso de la Inteligencia Artificial
Muchas veces, y con razón, la imagen que suele dejar la Inteligencia Artificial es más que negativa: robo de trabajo, destrucción de empleos, facilidad para cometer delitos… sin embargo, sigue habiendo una cara positiva en estos avances, ya que el acompañamiento a personas mayores, uno de los mayores problemas de la sociedad desarrollada actual, se está viendo beneficiado de este progreso.
También hay muchas funciones destacables para los que la IA se está enfocando desde un marco positivo: por ejemplo, para facilitar la detección de enfermedades en los controles médicos rutinarios, o incluso para cosas más mundanas como facilitar la vida a los usuarios en los espacios de trabajo, como Copilot o Bard. Todo queda, al final, como una herramienta cuya finalidad, positiva o negativa, depende de quién la utilice, y de que poco a poco se vayan limitando los usos más perniciosos de la Inteligencia Artificial.