Es un hecho: no somos inmunes a los efectos de la crisis financiera. Frente a la precariedad, el mal hacer de las grandes empresas se hace aún más palpable. En este caso, ni si quiera la inteligencia artificial puede escapar de ello. Los algoritmos que alimentan a los famosos modelos generativos como DALL-E 3 se entrenan con grandes conjuntos de datos, muchos de los cuales son clasificados por trabajadores pertenecientes a los mercados laborales más baratos del mundo.
Appen se trata de una plataforma de origen australiano cuya labor es aportar y mejorar datos que luego se utilizan en el entrenamiento de inteligencias artificiales. Su importancia es tal que entre sus clientes encontramos nombres como Amazon, Google, Facebook o Microsoft. El mercado mundial de recopilación y categorización de datos se valoró en 2.220 millones de dólares en 2022. En estos momentos, se estima que ese número alcance los 17.100 millones en 2030.
No obstante, las grandes expectativas de crecimiento de la industria no han hecho que sus trabajadores tengan un mejor salario. Según podemos leer en The Wire, Oskarina Fuentes (empleada de Appen procedente de Venezuela) explica que una hora y medio de trabajo le reporta un dólar de ganancias. En el caso de que haya suficientes tareas para hacer, puede ganar hasta 280 dólares mensuales. Para ello, debe estar atenta al ordenador durante más 18 horas diarias para poder realizar el máximo de tareas posible.
Y es que no es casualidad que estemos viviendo una fiebre por las inteligencias artificiales. Según Florian Schmidt, autor de Digital Labour Markets in the Platform Economy, “la industria puede trasladarse con mucha flexibilidad a cualquier sitio donde los salarios sean más bajos”. De este forma, lugares como África oriental, India, Filipinas o incluso los campos de refugiados de Kenia se plantean como los lugares idóneos para encontrar la mano de obra más barata.
Dentro de este contexto, trabajadores como Fuentes luchan por ser reconocidos como empleados con plenos derechos. En sus palabras, “me gustaría que nos consideraran no sólo como herramientas de trabajo que se desechan cuando no son útiles, sino como seres humanos que colaboramos en su avance tecnológico”.
