A pesar de los riesgos asociados a su consumo, los opiáceos se prescriben habitualmente como tratamiento habitual para el dolor agudo de espalda y cuello.
Lo curioso es que investigadores han descubierto que, en comparación con los opiáceos, un placebo es más eficaz para reducir el dolor agudo -a corto plazo- de espalda y cuello. Sí, el placebo.
El dolor lumbar y cervical es internacional. Las directrices clínicas recomiendan que los opioides, una clase de medicamentos que imitan las propiedades analgésicas del opio derivado de la planta de adormidera, se prescriban cuando otras formas de analgesia estén contraindicadas o no hayan funcionado.
A pesar de estas directrices, millones de personas reciben opiáceos como tratamiento de primera línea tras presentar dolor lumbar y cervical.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en EE.UU. en 2020 se dispensaron opioides a razón de 43,3 recetas por cada 100 personas. Es decir, toman opioides 43 personas de cada 100.
Aunque son eficaces para reducir el dolor, los opioides pueden producir efectos secundarios adversos como dependencia, abuso y sobredosis. Además, no hay pruebas sólidas de que sean eficaces para tratar el dolor agudo de espalda y cuello.
Un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Sydney (Australia) ha analizado la eficacia y seguridad a corto y largo plazo del uso de opiáceos para tratar el dolor agudo de espalda y cuello. Es el primer estudio que lo hace.
Los investigadores reclutaron a 347 participantes con dolor lumbar agudo, dolor cervical agudo o ambos. Para el estudio, “agudo” se definió como un dolor al menos moderado durante 12 semanas o menos.
Tras ser asignados aleatoriamente a recibir un placebo o el opiáceo oxicodona, hasta 20 mg diarios, durante seis semanas, se realizó un seguimiento de los participantes durante 12 meses.
Ambos grupos recibieron cuidados estándar, que incluían evitar el reposo en cama y mantenerse activos, y se midió la intensidad del dolor a las seis semanas.
El estudio descubrió que, a las seis semanas, los participantes que recibieron opioides no experimentaron un mayor alivio del dolor que los que tomaron un placebo.
Incluso el uso a corto plazo de un opioide no proporcionó beneficios en la reducción del dolor y provocó un pequeño aumento del dolor a medio y largo plazo, en comparación con el placebo. Más personas del grupo placebo se recuperaron en los primeros 14 días que las del grupo opioide.
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