La Sirenita acaba de salir en cines. El remake en acción real de la película de Disney ha llegado a todo el mundo y las críticas, a pesar de las polémicas y controversias que ha protagonizado el filme durante meses, son bastante positivas. Algunos creen, incluso, que se trata de la mejor adaptación de los clásicos de Disney a la gran pantalla, por lo que el hype está por las nubes.
Sin duda, la película de Rob Marshall ha vuelto a poner en el mapa a la sirena que se ha convertido en una de las princesas animadas más populares de todo el globo. Pero, por éxito que tenga esta nueva adaptación, nunca llegará a suponer para Disney lo que significó la película original de 1989. Porque sí, aunque lo creáis, La Sirenita salvó al estudio de uno de sus peores momentos de toda la historia.
La crisis que casi acaba con Disney
El 15 de diciembre de 1966, el mundo del entretenimiento sufrió una gran pérdida con la muerte de uno de sus más grandes visionarios: Walt Disney. El fundador de The Walt Disney Company dejó tras de sí un legado de creatividad e innovación que transformó la industria del cine y el entretenimiento. Sin embargo, la partida de Walt también dejó un vacío insuperable en el corazón del estudio, desencadenando una crisis que puso a prueba la supervivencia y el futuro de Disney.
Por más que hubieran intentado evitarlo durante años, Disney era la compañía de su fundador… y de nadie más. Walt era conocido por su dedicación inquebrantable, su visión audaz y su capacidad para inspirar y liderar a su equipo. De este modo, su desaparición repentina dejó al estudio sin su principal impulsor creativo y estratégico.
Esta ausencia tuvo un impacto profundo en la moral y la dirección del estudio. Después de la muerte de Walt, la compañía se encontró en una situación en la que carecía de un liderazgo sólido y una visión clara para el futuro. Aunque su hermano Roy O. Disney asumió el cargo de presidente y CEO, no tenía la misma visión creativa y el carisma que caracterizaban a Walt. La falta de una sucesión clara y un liderazgo convincente llevó a una sensación de incertidumbre y desorganización en el estudio.

The Walt Disney Company tenía muchas ideas de películas de animación y parques de atracciones nuevos que llevar a cabo, pero la falta de decisiones provocó una crisis que duró décadas. Películas de la época, como El libro de la selva y Los Aristogatos, fueron criticadas por alejarse del estilo y la narrativa característicos de las películas animadas de Disney.
Para más inri, las películas de acción real que comenzaron a realizar se alejaron por completo del espíritu Disney. Se perdió en calidad y se intentó innovar de todas las formas posibles con películas familiares de estilos variopintos. Pero, por desgracia, estaba claro que se había perdido esa magia que caracterizaba al estudio.
Además, durante este período turbulento, Disney también enfrentó la amenaza de una posible adquisición hostil. Empresas externas mostraron interés en adquirir el estudio y ejercer control sobre sus operaciones. Esta incertidumbre amenazó la estabilidad financiera y creativa de Disney, añadiendo presión adicional a la ya difícil situación tras la muerte de Walt. El estudio tuvo que luchar no solo por mantener su identidad y visión, sino también por sobrevivir económicamente.

La Sirenita: el resurgir de la magia
En este contexto, se probaron decenas de estrategias durante décadas que no terminaron de funcionar. Pero, a finales de los ochenta, llegó la clave de lo que necesitaban: básicamente, tenían que volver a sus raíces. De este modo, Disney dio luz verde a La Sirenita, película dirigida por John Musker y Ron Clements que buscaba recuperar la magia de historias como La Cenicienta o Blancanieves y los siete enanitos.
Después de demasiados años haciendo taquillas pobres, la compañía recaudó más de 200 millones de dólares de una inversión de 40. Pero solo la punta del iceberg que estaba por llegar. Gracias a su éxito, la película dio paso a muchas otras que aún superaron sus números. La Bella y la Bestia recaudó 424 millones, Aladdin más de 500 y El Rey León estuvo a punto de llegar a los 1000. Los años noventa fueron, sin duda, la mejor época para la animación cinematográfica hasta la fecha, y la culpa fue de la regresión de Disney a sus orígenes.

La Sirenita no era el cúlmen del feminismo. Era evidente que detrás de la película se encontraban decenas de hombres decidiendo por qué derroteros tenía que ir la historia. Aun así, en Disney sabían que no estaban en los cincuenta. Ahora, la protagonista era una luchadora de verdad, alguien atrapada que exigía libertad. Con una ambientación más oscura que las anteriores películas del estudio, La Sirenita ofrecía ofrecía un punto de vista maduro que encajaba a la perfección con el momento en el que se encontraba la industria.
Basado en un cuento de Hans Christian Andersen, La Sirenita fue uno de los primeros proyectos que Walt Disney pensó en dirigir. Junto a otros cuentos clásicos basados en la mitología, el creador de Disney había planeado una serie de cortometrajes que buscaban trasladar el imaginario de los cuentos populares a la animación. Sin embargo, la tamaña dificultad de Blancanieves y los siete enanitos provocó que este proyecto se retrasara indefinidamente. Tuvieron que pasar más de treinta años para que el director Ron Clements redescubriera la historia original y propusiera al estudio dirigir este filme.
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En aquel momento, Jeffrey Katzenberg y Michael Eisner —presidente de Walt Disney Studios y director ejecutivo, respectivamente— funcionaban como una dupla cuyo objetivo era devolver a Disney a lo más alto de la industria. Clements, que ya llevaba casi una década trabajando en Disney, presentó un esbozo de dos páginas en el que resumía la historia y explicaba la importancia del mundo marino en el que se iba a situar. Aunque lo tuvo difícil para que el proyecto se aceptara, ya que en ese momento estaban desarrollando la secuela de Splash (1984), otra película sobre sirenas, Disney acabó aprobando la idea al considerar que el boceto era “extraordinario”.
La Sirenita llegó a lo más alto el 26 de marzo de 1990. Ese día se llevó dos Premios Oscar, en concreto a mejor canción (Bajo el mar) y mejor banda sonora. A pesar de que solo se premió su condición musical, la crítica se deshizo en halagos a la película. Por fin, la productora había encontrado un camino en el que podían seguir trazando su trayectoria. Así que, durante los siguientes diez años, todos los ingredientes que incluyeron en La Sirenita se explotaron hasta agotar su fórmula.

Después de volver a lo más alto gracias a La Sirenita, Disney volvió a remover su cajón de sastre en busca de proyectos que no se llevaron a cabo en su día. Así encontraron La Bella y la Bestia, un cuento de hadas francés que Walt quiso adaptar dos veces. Primero durante los años treinta, como una alternativa Blancanieves y los siete enanitos y como uno de los cortometrajes de la antología en la que también iba a participar La Sirenita. Y más tarde en los cincuenta, cuando se llegaron a elaborar algunos bocetos que terminaron desechados por ideas como La Cenicienta o Alicia en el país de las maravillas.
Con los noventa llegó el momento ideal para retomar el proyecto, y el primero en darse cuenta fue Richard Purdum, animador de Hércules y Fantasía 2000. Purdum propuso el filme como un drama alejado del musical, pero el éxito de La Sirenita no se entendería sin la música ni el humor de algunos de sus personajes, de forma que los directivos de Disney decidieron darle un tono más similar a su última película. Sin duda, había marcado una tendencia que marcaría al resto de proyectos hasta el día de hoy.

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