Ok, que vivimos en la era de la nostalgia es algo que ya tenemos bastante claro. Desde que Stranger Things se convirtiera en la serie más popular de Netflix a base de capitalizar la melancolía de los años ochenta, no han dejado de surgir más y más productos culturales con la base de recordar aquellos maravillosos años en los que todo parecía ser mejor.
Comenzamos con nuevos acercamientos a sagas míticas como Cazafantasmas o Jurassic Park. Continuamos con series y películas ambientados en épocas pasadas con la intención de traer de vuelta todo aquello que nos parecía ser mejor, como It o Guardianes de la Galaxia —que usa la música como base para llevarnos a décadas anteriores—. Seguimos con productos derivados de otros que nos adentraban más en los mundos que ya conocíamos, como The Mandalorian o Cobra Kai. Y acabamos con la tendencia actual de contar las historias reales detrás de aquello que nos produce nostalgia, como Tetris o Blackberry.
Además, la nostalgia también ha ido avanzando en lo que a décadas se refiere. Al principio añorábamos los años ochenta y, para nosotros, era la mejor época de la historia —aunque algunos ni los hubiéramos vivido—. Poco a poco pasamos a los noventa, y las Game Boy sustituyeron a las recreativas como principales reclamos. Finalmente, estamos viviendo un retroceso a los años 2000 con el internet primigenio de Fotolog o Messenger volviendo a ensalzarse. Y ya queda poco para que nos retraigamos apenas una década atrás.
Pero ¿nos hemos cansado ya de la cultura de la nostalgia? ¿Estamos viviendo una sobreexplotación de todo lo que antes simplemente nos hacía suspirar de melancolía? La respuesta corta es que sí, y hay un fenómeno que lo deja bien claro: los reencuentros.
Aquellos ¿maravillosos? años
Más allá de llevar a cabo nuevas películas o series —con mayor o menor acierto— basadas en productos anteriores o con intención nostálgica, de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda los reencuentros, que no son más que pequeños especiales o documentales en los que el reparto clásico de una serie o peli vuelve para decir lo chulo que fue hacer eso.
Ya hemos tenido reencuentros de Friends, Harry Potter o El príncipe de Bel-Air. E incluso hay secciones concretas de algunas plataformas que únicamente recogen los reencuentros pasados. Pero, aunque pueda parecer una forma de volver a enganchar a un público seguro y de hacer volar las mentes nostálgicas, estos reencuentros no siempre funciona tan bien como deberían.
El mejor ejemplo de ello acaba de llegar a Netflix. El título del reencuentro es Mighty Morphin Power Rangers: Ayer, hoy y siempre y ya os hablamos largo y tendido sobre él en Softonic. El reencuentro se vendía como un especial épico que repasaría un fenómeno de masas que llegó a todo el mundo en los noventa. Un capítulo increíble en el que podríamos volver a conocer a sus protagonistas.
Pero… más bien ha sido lo contrario.
Como si del abuelo de Los Simpson contando anécdotas sobre la guerra se tratara, los protagonistas de Mighty Morphin Power Rangers: Ayer, hoy y siempre aparecen de manera bastante ridícula, citando apenas algunos datos aleatorios e intentando llegar a la emoción sin conseguirlo. Se mantienen siempre bajo capas de bótox, recuerdos algo fríos y la sensación constante de que en realidad nadie quiere estar ahí.
Además, Mighty Morphin Power Rangers: Ayer, hoy y siempre no puede ni siquiera considerarse un reencuentro completo. Apenas aparecen cuatro actores del reparto principal, varios secundarios y parte del equipo técnico que tampoco parecía del todo esencial. Las ausencias llaman más la atención que las presencias: Amy Jo Johnson, la Power Ranger rosa, se negó a participar, y Jason David Frank murió apenas unos meses antes del rodaje.
Además, tampoco hay espacio para el duelo: en lugar de dejar momentos emotivos para que realmente los actores muestren algo de dolor y de hacer valer el paso del tiempo, todo se pasa por encima de una forma sobria, en pos de escenas que rozan el ridículo. Y no tanto por lo que representan sino por cómo lo representan, tomándose demasiado en serio cuando ni la serie original lo hacía.
Aun así, este es tan solo un ejemplo más de los muchos reencuentros que estamos viendo últimamente. En eso, de hecho, somos especialistas en España. Hace apenas unos días vimos el reencuentro esperado de Los Serrano, la serie que marcó a toda una generación durante los años 2000. Pero tan solo fue en un videoclip, y cuando Telecinco anunció el reencuentro se limitaron a emitir el videoclip y después el primer capítulo de la serie… dejando por tontos a los espectadores.
En un nuevo ejercicio de nostalgia mediática, cada vez queda más claro que simplemente se busca el remember por el remember, sin necesidad de ir más allá y por el único placer de decir al público “¿Te acuerdas de esto? ¡No eres el único que lo echa de menos!”. A su paso, la industria del cine cada vez sufre más por falta de imaginación y ganas, y las plataformas apuestan por seguir explotando las viejas glorias.
De la nostalgia a las franquicias
A pesar de su calidad pésima, no puede decirse que Mighty Morphin Power Rangers: Ayer, hoy y siempre haya sido un fracaso. Netflix no revela sus datos, pero el documental se mantiene en el top internacional de lo más visto, y en redes son muchos los que han dejado claro su predilección por el reencuentro.
Sin duda, a estos especiales no se les pide demasiado. Con reunir a los protagonistas del momento, hacer que hablen de lo que ya sabes a la perfección y ver cómo han cambiado sus caras, la mayoría tiene suficiente. De hecho, el reencuentro de Harry Potter no fue mucho mejor —si bien sí contaba con la suficiente emotividad— y J.K. Rowling ni siquiera participó: teniendo en cuenta sus polémicas, apenas se la relegó a imágenes de archivo de una entrevista pasada.
Pero, cuando apareció este especial, los fans de la saga llenaron las redes de sus lágrimas y risas, y durante semanas tuvimos titulares extraídos directamente de sus imágenes. Está claro que lo único que se busca es dar al público su chute de nostalgia barato, y cada vez importa menos de qué forma se haga… lo único que importa es que pasen por caja.
Pero no todas las modas duran para siempre, y en el caso de la nostalgia hay un momento en el que, sorpresa, todo se acaba. Ya estamos viendo algunas tendencias de las últimas décadas ir cayendo poco a poco, como es el caso del cine de superhéroes, que está dejando paso a otros fenómenos como la adaptación de videojuegos.
Sin embargo, ¿qué ocurrirá con la nostalgia? ¿seguiremos teniendo reencuentros, revivals, spin-offs, remakes… por mucho tiempo más? Todo parece indicar a que, más bien, el mercado equilibrará la balanza. Si bien los reencuentros están siendo un formato que funciona a la perfección, sobre todo gracias a las redes sociales y los TikToks de “¡mira cómo se miran Daniel Radcliffe y Emma Watson en el reencuentro de Harry Potter!”, todo parece indicar a que habrá un momento en el que el público se cansará de ello.
Así, aunque sigamos viendo reencuentros de vez en cuando, la cultura de la nostalgia está pasando a ser algo que, incluso, puede ser más peligroso: la cultura de las franquicias. La nueva estrategia de Max, en la que ha quedado claro que Harry Potter tiene otra vida, al igual que Juego de Tronos o Batman, se suma a la ya clásica de Disney con Marvel y Star Wars.
Y, si bien estamos ya cansados de ver una y otra vez la misma historia, las IPs siguen sobreviviendo a esta tendencia. Así, cuando acabe la nostalgia seguirán las franquicias… y ya veremos hasta cuándo.
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