James Cameron ha conseguido forjarse un nombre dentro de la industria cinematográfica y no es para menos. Sus locuras e ideas arriesgadas son inherentes a sus propuestas e indivisibles de su persona a estas alturas. Si bien el nombre “El sentido del agua” ya hacia sospechar por donde iban a ir los tiros, parece que para el rodaje se ha querido ir un paso más allá.
A la hora de grabar escenas acuáticas, muchas grandes producciones como Black Panther: Wakanda Forever o Aquaman optan por utilizar pantallas verdes (lo que comúnmente se llaman cromas) para simular el agua. Sin embargo, para Cameron esto no era suficiente.
El director de Titanic insistió mucho en rodar con “agua real”, lo que supuso un desafío técnico en muchos aspectos. Para empezar, hubo que construir un tanque gigante que funcionó como escenario para todas las localizaciones acuáticas que se ven durante la película. El tanque fue toda una apuesta creativa por parte del equipo de Cameron, capaz de simular olas y corrientes acuáticas según lo que hicieran los Na’vi en escena.
No contento con eso, los actores también tuvieron que ponerse las pilas y entrenar el buceo libre (aguantar el máximo tiempo posible sin respirar bajo el agua). Tanto es así que los años previos al estreno de La forma del agua, Disney y 20th Century Studios promocionaron las exigencias que imponía Cameron a sus actores (al nivel de los Navy SEAL).

El director de fotografía de la secuela de Avatar, Russel Carpenter, explicó a Polygon que “todo está basado en algo real […] el enorme tanque que Jim diseñó podía hacer todo tipo de cosas- representar una playa o grandes profundidades marinas- y se realizaron meses y meses de captura de movimiento con eso”. Aprovechando el estreno de la película, The New York Times preguntó a Richie Baneham, supervisor de efectos en Lightstorm Entertainment, el por qué de tanto esmero con los efectos acuáticos.
Baneham respondió que al final, todo se reducía a la “credibilidad de la interpretación del actor”. “Si un actor se encuentra realmente en el agua, hay una resistencia viscosa. Eso influye en la toma de decisiones del actor. Y eso es justo lo que buscamos, lo que hace que parezca real“. Desde luego, todo este proceso se ve reflejado en la película, donde se aprecia en todo momento la “sensación de agua tangible”.
Y no solo hablamos de agua: la ropa también han tenido una importancia brutal. La diseñadora de vestuario, Deborah Lynn Scott, centró su labor en recrear trajes que pudieran usarse realmente bajo el agua. Tal y cómo dice Scott, “cada pieza llevó unas 200 horas de trabajo“.
Si bien es cierto que esta forma de rodar puede resultar todo un incordio, el resultado que vemos en la película ha hecho que merezca completamente la pena.