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Informática y Genealogía: un matrimonio de conveniencia (I)

Luis Ponce de León

Luis Ponce de León

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Al dar el primer paso en el mundo de la genealogía seguramente resbalarás y te darás de bruces en el suelo. Pero si tu ánimo supera las contrariedades quizá comprendas que poco tiene que ver crear un árbol genealógico con hacer un estudio de genealogía aunque lo segundo suponga lo primero.

En Softonic hay varios programas para crear árboles vistosos que pueden imprimirse, enmarcarse y convertirse en la envidia de los vecinos. Ahora bien, para aquellos que quieran comenzar el tortuoso y a veces desalentador camino de un proyecto genealógico, ese tipo de programas no les servirá.

Evoquemos rápidamente dos imágenes muy representativas que permiten distinguir las dos actividades. La del manitas de casa que se pone delante del ordenador y tirando de la memoria de su abuela hace en una tarde un árbol que imprime en un DIN A3. Por otra parte está aquel que armado de paciencia comienza una verdadera investigación de sus antepasados escudriñando documentos familiares, espabilando la memoria de sus mayores, pasando tardes en los registros municipales en busca de partidas de nacimiento y defunción, pidiendo permisos para consultar certificados de bautizo en las bibliotecas del obispado, etc.

En esta ocasión vamos a intentar aliviar la pesada carga de quien se identifica con el segundo caso.

Debe quedar claro que hoy en día la informática aún no puede sustituir el deambular por vicarías descifrando apuntes en los libros de Bautismo que parecen papiros encuadernados sin índice.

La carga que podemos asignar a la informática es la de ordenar los datos que vayamos encontrando, las fichas del gran rompecabezas que nos hemos propuesto resolver. No nos sirve cualquier programa, veremos que no mucho más allá de un par de siglos, la información comienza a confundirnos:

¿Pero este es el hijo o el padre? ¿Por qué la hija no lleva el apellido del padre? ¿Acaso hubo un bastardo en la familia? ¡Pero cómo! ¿Mi tatarabuela se casó con su primo? ¡Qué lío! ¿Este nombre es de hombre o mujer?

Todas estas preguntas se repiten más de lo que uno pueda imaginar antes de meterse en este mundillo. Pues bien, si la lógica de un programa no permite lo que la naturaleza sí hace, no nos sirve: hijos adoptados, varias esposas, bastardos, cambios de nombre y apellido o el mismo nombre y apellidos para dos personas distintas (A un recién nacido en ocasiones se le ponía el nombre de su hermano fallecido).

Tampoco nos conviene si no podemos ir colocando las fichas en el tablero aunque no tengan continuidad. Se da el caso de conocer el nombre del nieto y del abuelo pero no del padre, por ejemplo.

Otros criterios importantes para elegir un programa son la manera de navegar por un árbol extenso, los modos de impresión de los árboles, las posibilidades en la personalización de las fichas de familiares, de añadir nuevos campos y sobre todo, la capacidad del programa para exportar la base de datos en formatos comunes a otras aplicaciones.
Este último punto tiene una importancia extraordinaria. Podemos pasar años recopilando información y añadiendo nuevas personas al árbol, pero tarde o temprano encontraremos un programa con mayores prestaciones o una base de datos en Internet con la que queramos cruzar información.

Si el formato de nuestra propia base de datos no es compatible nos veremos abocados a la tarea absurda de copiar manualmente la información de un sitio a otro.

En el próximo artículo estudiaremos concretamente qué programas se adecuan a las necesidades de un estudio genealógico.

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