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¿Son las apps cada vez más para “tontos”?

¿Son las apps cada vez más para “tontos”?
Iván Ramírez

Iván Ramírez

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Desde hace un tiempo, tengo la sensación de que las aplicaciones se están simplificando hasta un punto en el que no queda claro si aumenta su facilidad de uso o asume que sus usuarios son tontos.

Los síntomas son siempre similares: se anuncia una nueva versión que en verdad no hace nada nuevo, salvo quitar o esconder opciones antes presentes, que “nadie usaba”. A los power users les toca hacer cuatro clics más para seguir usando esa función… y eso si sigue existiendo.

¿Se están simplificando demasiado las apps?

Un inicio sólo para expertos

Hace unos años, la tecnología era una cosa oscura y misteriosa. Para moverte por los archivos no arrastrabas el dedo sobre la pantalla, sino que tecleabas comandos que sabías de memoria en una pantalla llena de letras.

No hacías clic derecho en una carpeta para comprimirla con WinRAR, sino que escribías una retahíla incomprensible de letras para iniciar la compresión en ARJ desde la línea de comandos.

Más tarde llegarían las interfaces de usuario y la informática se abriría a un público más amplio. Ya no hacía falta ser un geek para poder manejarse en el PC, bastaba con saber unos cuantos principios básicos y usar la intuición para orientarse en el programa de turno.

Pero, aunque suavizada, la curva de aprendizaje seguía estando ahí. Por ejemplo, mi padre seguía haciendo doble clic para abrir enlaces en Internet, o no entendía la diferencia entre carpetas, unidades, particiones y discos duros físicos.

Los primeros teléfonos

Durante muchos años, las únicas aplicaciones que conocíamos eran las que usabamos en nuestro PC y unas pocas aplicaciones web que, con la tecnología de la época, intentaban imitar a las de Escritorio.

Esto se mantuvo así mientras los primeros teléfonos inteligentes salían al mercado. Antes del iPhone, eran pocos los teléfonos táctiles y en su gran mayoría disponían de un buen surtido de teclas. Las clásicas: una para volver, una contextual, y otra para el menú.

Los primeros teléfonos iban bien surtidos de teclas (Wikipedia)

Las aplicaciones móviles intentaban imitar a sus hermanas mayores para ordenadores, pero era la misma tecnología y potencia de los teléfonos lo que las limitaba.

Esto sigue pasando hoy en día. La aplicación de Facebook para Symbian ha mejorado bastante con el tiempo, pero aun así obviamente no puede ofrecer las mismas funciones que Facebook para iOS, Android o la versión web.

Facebook Symbian y AndroidFacebook para Symbian (a la izquierda), limitado por la tecnología, y para Android

Y entonces llegó el iPhone y las apps

El iPhone introdujo muchos cambios en las apps para teléfonos móviles. El terminal tenía potencia suficiente para mover aplicaciones y juegos más completos y disponía de un sólo botón.

Con un botón, se introdujo la necesidad de inventar nuevos modos de moverte por las aplicaciones: los gestos táctiles. Ya no hacía falta un icono con una lupa para hacer zoom ni un botón para siguiente o anterior, podías hacer todo esto de forma muy intuitiva pellizcando o pasando el dedo por la pantalla.

Pero un único botón también trae sus complicaciones. ¿Cómo vuelvo para atrás? ¿Cómo accedo a las opciones contextuales? Algunos optaron por mostrar un botón en pantalla, otros por usar otros métodos como la pulsación prolongada o los gestos.

Los teléfonos Android, por su parte, parecieron no caer en la misma simplicidad y han ido variando el número de teclas que ofrecen con el tiempo. Por ejemplo, el HTC Dream disponía de 5 botones y un trackpad (además de un teclado QWERTY), pero hoy en día son más comunes los teléfonos con tres botones: Menú, Inicio y Volver. En un futuro, lo más probable es que no tengan ningún botón físico.

4 Generaciones de Android

Cuatro generaciones de teléfonos Android con distinto número de botones (Wikipedia)

Google parece decidido a mantener el botón Volver: la guía de diseño para Android hace especial hincapié en su importancia. Pero ya sea un botón físico o virtual, lo que está claro es que está siempre visible. Cada vez se depende más de lo que está delante de nuestros ojos, relegando todo lo demás a un segundo plano. Si no está bien visible en la pantalla, no existe.

Esquema del funcionamiento de Volver (rojo) contra el botón Arriba (en amarillo)

El resultado de estos cambios en los principios del diseño es exactamente el deseado, aplicaciones con una interfaz muy sencilla, donde las opciones principales están justo al alcance de la mano y el uso de recursos de usabilidad compartidos en las apps hacen su uso muy intuitivo.

Pero también supone una simplificación y abuso de obviedades, especialmente cuando se aplican estos mismos principios en las aplicaciones para Windows, donde la pantalla es más grande y además dispones de ratón y teclado.

¡Cualquiera puede usar las apps!

Los smartphones han extendido la informática a gente que no había tocado en su vida un ratón o un teclado. Antes, encender el PC, iniciar Windows, abrir el navegador y crear una cuenta de Twitter era algo difícil para algunos. Ahora, se hace con dos pulsaciones en la app para Android.

El problema viene cuando todas esas personas, acostumbradas a la simplicidad y homogeneidad de las apps para móviles se enfrentan a las versiones web o para Windows de sus programas favoritos. “¡No me entero de nada!“, exclama más de uno.

Y es que, mientras que Photoshop Express para Android tiene una decena de botones, Photoshop para Windows tiene cientos y es infinitamente más complejo.

Photoshop para Android y para WindowsLo más seguro es que a Photoshop nunca le afecte esta tendencia de simplificar las aplicaciones. No está enfocado al gran público, sino al ámbito profesional, donde los usuarios pueden tomarse tiempo para aprender a usar el programa y leerse los extensos manuales.

Otros servicios sí están enfocados al gran público e interesados en llegar al mayor número de personas. Estos son los que poco a poco han ido bajando la complejidad de sus aplicaciones para pescar al mayor número de usuarios posible.

El usuario no sabe nada

La guía de diseño de Google lo deja claro: frases cortas y simples, pocas opciones y mostrar sólo lo estrictamente necesario que necesita el usuario.

Hace unos años, necesitabas leer un manual de 100 páginas antes de usar un programa; Hoy, no te creen capaz de leer una frase de dos líneas (peor aún: probablemente tengan razón y no lo hagas).

El problema radica en que es el propio diseñador quien decidirá qué es importante y qué se mostrará, qué opciones estarán disponibles a un clic de distancia, y cuáles en la página cuatro de las herramientas adicionales.

Normalmente estas decisiones se basan en estadísticas y datos. “La mayoría de la gente nunca usa esta función que tu usabas a diario… así que la hemos quitado“. Si no estás entre la mayoría, mala suerte.

Por ejemplo, hace unos meses Google rediseñaba su ventana de componer mensajes de Gmail. La idea era hacer la ventana de composición flotante, para poder consultar otros mensajes mientras escribes, además de simplificar la escritura al ocultar todos los botones de formato.

En ese momento, Google asumió que casi nadie echaría de menos la ventana de composición de mensajes antigua. No sé si estarían en lo cierto o no, pero desde entonces las críticas a Gmail se han sucedido por la Red.

Facebook lleva un tiempo librando una batalla similar. La versión web de la red social es sorprendentemente compleja, lo que les ha llevado a cambiar en innumerables ocasiones las opciones de privacidad.

En sus inicios, Facebook apenas tenía opciones. Unos años más tarde, eran tan complejas como las de un programa de Escritorio y, en la actualidad, se encuentran en fase de retroceso y simplificación. Ya no se espera que el usuario vaya a Cuenta > Configuración: hay un candado siempre visible donde se pueden cambiar algunas de estas opciones.

Opciones Privacidad FacebookExtracto de las opciones de privacidad de Facebook en 2009, 2012 y 2013

Y el diseñador se ahorra la ayuda

Con una aproximación cada vez más minimalista e intuitiva, no es de extrañar que el 90% de las apps no tengan un sistema de ayuda eficaz.

manual de commodore

Crear y mantener la ayuda de un programa es un proceso costoso, aburrido y que necesita mucho tiempo.

Con las nuevas aplicaciones con apenas dos botones y medio, la ayuda ya no es necesaria. Además, lo más probable es que nadie la vaya a leer.

Cuando un usuario tiene problema con una app, generalmente la desinstala, la puntúa con una estrella y a probar otra.

¿Somos los usuarios realmente tan vagos?

La respuesta a esta simplificación excesiva quizá no esté en la mesa de desarrollo, sino en nosotros mismos.

No considero que seamos más vagos que hace cinco o diez años, pero sí mucho más impacientes. En 1997 podíamos esperar 2 minutos para que terminara de cargar una imagen; hoy, en ese tiempo, ya habríamos vuelto 7 veces a los resultados de Google buscando una copia de la imagen que cargue más rápido.

El quid de la cuestión se encuentra en el número de alternativas. Internet nos ofrece tanto de todo que no merece la pena perder tiempo con un sitio concreto; si no te gusta, te vas a otro.

Internet nos ofrece tanto de todo que no merece la pena perder tiempo con un sitio concreto; si no te gusta, te vas a otro.

Las apps no son una excepción. Google Play y App Store cuentan con cerca de 1 millón de aplicaciones cada una, más las que no están ahí… ¿Por qué dedicar más de cinco minutos a una aplicación?

También sucede en los videojuegos. Hace unos años era normal jugar a un mismo juego hasta la saciedad, aprendiendo y mejorando tus habilidades. Hoy, si no ha captado tu interés en diez minutos o no lo sabes controlar, hay muchas probabilidades de que lo desinstales y pruebes otro. Así, abundan los tutoriales paso a paso y los consejos obvios, como parodia el siguiente vídeo.

El síndrome del café caliente

Cafe calienteSeamos vagos o no, lo que está claro es que queremos usar el cerebro lo menos posible. No confiamos en nuestra experiencia y aprendizaje tanto como lo hacíamos hace una década.

Cada vez dependemos más de advertencias proclamando lo obvio ¿el café caliente puede quemarme la lengua? Vaya, no tenía ni idea.

Esta página recoge a modo de ejemplo algunas de estas advertencias, como “no usar para secar a tu mascota“, en las instrucciones de un microondas, o “no conducir u operar maquinaria pesada“, en un jarabe para niños.

Confiando ciegamente en las advertencias, libramos a nuestro cerebro de la tarea de pensar, y esperamos lo mismo de las apps. Queremos y esperamos que todo sea tan intuitivo que no necesitemos hacer ningún esfuerzo mental para usarlo.

Esperamos que todo sea tan intuitivo que no necesitemos hacer ningún esfuerzo mental para usarlo.

¿Tengo que hacer clic derecho y luego ir a las opciones, pulsar ALT + 4 mientras mantengo pulsado el ratón y recito el alfabeto al revés? No, yo quiero pulsar un único botón.

¿Esta misma app es capaz de hacer collages, editar fotos y video y grabar música? No, yo quiero cuatro apps distintas, y más simples, antes que una compleja.

Mi conclusión no es que las apps sean cada vez más “para tontos”, sino que nosotros mismos esperamos ser tratados así. Porque tenemos muchas alternativas. Y prisa. Mucha prisa.

¿Y tú, qué opinas al respecto?

Iván Ramírez

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