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Age of Empires II: por qué seguimos enganchados tantos años después

Age of Empires II: por qué seguimos enganchados tantos años después
Nacho Requena Molina

Nacho Requena Molina

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Si alguno peina ya algunas canas, o simplemente es amante de los juegos de estrategia en tiempo real, a poco que se le digan las tres siguientes sílabas sabrá a qué juego pertenecen: “Wololo“. Es una de las palabras más repetidas de Age of Empires y mito del mismo, hasta tal punto que marcas como Red Bull ya llevan más de un lustro organizando un campeonato como Red Bull Wololo.

Age of Empires es atemporal. Aunque hayan pasado más de 25 años desde su primera entrega, el título de estrategia sigue enamorando a millones de jugadores en todo el mundo, en concreto con Age of Empires II, su segunda parte. ¿Pero qué lo hace tan especial? ¿Por qué estamos en 2023 y llega justo hoy, 31 de enero, a Xbox y la nube?

Un esquema simple pero complejo

Cuando se habla de “simplicidad”, por lo general se suele tomar esto de manera negativa. Algo “simple” no tiene por qué ser malo. Es uno de los mayores errores que se cometen en nuestro día a día. “Simple” significa que no tiene complicaciones o dificultades. Age of Empires II se hizo tan popular por, precisamente, ser simple (y no cargues la pistola tan rápido, que también es complejo).

El juego parte de una premisa muy sencilla -que a la vez es simple-: debes obtener recursos materiales para crear edificaciones y unidades militares. Ya está. Una vez tengas estas sobre el mapa que estás jugando, debes enfrentarte a los enemigos, bien defendiendo tu territorio, bien atacándolos para derrotar la base rival.

Hasta aquí este planteamiento “simple”. Ahora viene el complejo. Tras esta mecánica de diseño de juego se esconde una complejidad enorme, ya que cada unidad posee sus propias características, además de que el terreno juega también con especificaciones exclusivas. A esto debemos sumarle una capa de gestión de recursos muy exagerada dependiendo de la dificultad en la que estemos. Los materiales que hay en el escenario son finitos, así que debemos saber administrarlos de manera correcta. No se puede ir a lo loco talando árboles, ya que llegará un momento donde no hay más en el mapeado.

Age of Empires II funcionó -y funciona- tan bien por esto: el juego tiene un componente de escalado donde el jugador sitúa su nivel de experiencia. A más exigencia, más vas a aprender, más vas a interiorizar y más vas a sacarle partido. No obstante, si sólo quieres crear unidades y mandarlas a luchar, el juego no te lo va a impedir; y de hecho, lo más probable es que salgas victorioso de esa contienda. Uno coloca el listón donde considera oportuno.

Las civilizaciones como marca de la casa

La propuesta jugable que ofrecía Age of Empires II encandiló a millones y fue llevada hasta decenas de videojuegos de manera similar. Sin embargo, hubo otro punto por el que destacó la obra de la extinta Ensemble Studios: la gran cantidad de civilizaciones con las que se puede jugar, a cada cual más variopinta.

En la edición definitiva que ahora ve la luz en Xbox habrá hasta 35 civilizaciones diferentes. Todas responden a una serie de patrones en común: tienen diferentes estadios de evolución en función de la edad en la que se encuentren, hay unidades comunes para combate cuerpo a cuerpo y distancia, y todas se crean de la misma manera (con materiales del juego). Ahora bien, la diferencia está en que cada civilización tiene algunas unidades exclusivas, así como estar especializados en determinados campos.

Gracias a esta heterogeneidad presente en la obra, un jugador puede elegir, por ejemplo, a los japoneses, mientras que otro se va la otra punta del planeta y selecciona a los teutones. Los jugadores pueden quedarse con aquellas civilizaciones que más le convengan conforme a su estilo de juego o simplemente por puro gusto estético. Y aquí hay otro punto de apoyo: el multijugador.

Age of Empires II atrajo a tantos porque permitía experiencias multijugador rápidas y vibrantes. Ver llegar a un explorador a lo lejos que perteneciera a otra facción daba pavor. Y sí, podía ser una unidad que no tuviera gran poder de ataque, pero el miedo estaba representado a través de otro aspecto como era el que nos habían localizado. Ya no éramos invisibles en el mapa: ahora ya sabían dónde estábamos.

Tocaba prepararse para la batalla de la manera más rápida posible: si era un mapeado con agua, crear un puerto para tener buenos barcos de apoyo; si había montañas, colocar unidades de largo alcance; si era una estepa, tener buena caballería para entrar a matar. Las estrategias se iban desarrollando y las partidas contra otros jugadores vibraban por sí solas.

¿Que por qué nos gustó -y gusta- tanto Age of Empires II? Porque tantísimos años después, los pilares de la estrategia en tiempo real apenas se han movido desde que este título los interiorizara -que no creara, mucho cuidado con esto- con su sistema de juego. Por eso seguimos jugando: porque sigue siendo igual de bueno que antaño.

Nacho Requena Molina

Nacho Requena Molina

Periodista especializado en videojuegos y tecnología. Casi dos décadas dedicado a ello.

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